Educación

“La ciencia tiene que dejar de ser el ogro de las asignaturas”

A todas las ‘P Er S O Na S’ les suenan los conceptos de átomo, protón, elemento… La primera imagen que viene a la cabeza, es, seguramente, una tabla de colores, símbolos y números. Aquella que todos tuvimos que aprender en algún momento de nuestra vida y que, hoy por hoy, solo unos pocos recuerdan a la perfección.

La palabra ciencia tiende a provocar miedo, y más en el ámbito de la enseñanza. Quizá una de las razones sea porque se ha asumido que no todos los alumnos son válidos para estas asignaturas, pero desde el mundo científico se hace especial hincapié por cambiar esta perspectiva. “Trabajamos por confirmar que la ciencia no es el ogro del colegio o instituto, ni la materia más dura, es más, puede que sea la más estimulante”, cuenta Héctor Busto, profesor de Química Orgánica en la Universidad de La Rioja.

La ciencia se ha convertido en los últimos años, más concretamente en lo que lleva instaurada la Universidad de La Rioja, en una materia consolidada. “Para el tamaño de región que somos tenemos una salud científica relativamente buena. Esto se ve por la gente que conforma esta comunidad: investigadores, doctores y estudiantes que gozan de una gran experiencia, tanto nacional como internacional. El nivel de la formación es óptimo, pero podría ser mejor si los recursos de los que disponemos no fueran tan escasos”.

En La Rioja, según Busto, “los estudios de Química son muy completos y tienen un nivel académico excelente. Las publicaciones y los resultados científicos que se generan se encuentran en las mejores publicaciones del mundo. Además, en el campo de la agricultura y la alimentación tenemos un potencial muy grande”.

Pero la ciencia hay que vivirla desde pequeño. Es fundamental que los alumnos sean quienes busquen las respuestas a las preguntas que ellos mismos se hacen, y esto, a través de la experimentación, es mucho más fácil: “Si ellos experimentan adquieren una enseñanza más sugerente, logrando así alejarles de la idea de que la disciplina es algo muy difícil que no comprenden”.

Pero no hay que quedarse ahí. “Es necesario tener conocimientos y llevar a cabo un esfuerzo memorístico. Simplemente metiendo a unos niños o adolescentes en un laboratorio no vamos a conseguir nada si no tienen unas pautas o un conocimiento previo”, defiende Busto.

La ciencia en el pasado

Hace siglos, siglos, y más siglos, que la ciencia es una constante en la vida. Pero no fue hasta hace 150 años cuando, gracias al químico ruso Dmitri Mendeléyev, se ordenó ese ‘caos’ científico en una tabla. “Ya se conocían muchos elementos, pero no se conformaban bajo ningún ordenamiento o periodicidad. Fue Mendeléyev, sobre un bloque de gigantes que vinieron detrás, quien propuso que todas las cosas encajaran y, evidentemente, cuando a nivel científico ves que en una inmensidad se ensambla todo, es algo muy grande”.

Así nació lo que hoy conocemos por tabla periódica. Un icono de la ciencia y de la cultura universal que incluye 118 elementos: 92 que se dan en la naturaleza y 26 elementos pesados que han sido sintetizados en el laboratorio y que se ordenan de manera horizontal según su número atómico (número de protones), y reúne a aquellos que cuentan con propiedades similares en una misma columna o grupo.

Y precisamente, en 2019 se conmemora el Año Internacional de la Tabla Periódica, una iniciativa que pretende ensalzar la figura de una herramienta que ha permitido a los científicos predecir la apariencia y las propiedades de la materia que compone el universo.

La ciencia en el presente

Prácticamente todo lo que nos rodea es ciencia, y, por mucho que algunos quieran evitarla, topamos con ella en numerosas acciones diarias. “Cuando vamos al supermercado y miramos la etiqueta nutricional de un producto estamos leyendo ciencia. Hay números, concentraciones, datos, química…, lo importante es hacer ver a la gente la utilidad de los conocimientos científicos”.

Los medios de comunicación son, en este momento, uno de los cauces por los que más información científica se consume. Por ello, el papel de los divulgadores científicos se hace más relevante cada día: “Estamos asistiendo a un cambio en los últimos diez años a favor de este mediador. Sin ir más lejos, el riojano Eduardo Sáenz de Cabezón se ha convertido en una de las figuras más representativas de la ciencia en la televisión”.

“Es importante que la gente de la universidad se atreva a dar el paso de dar charlas, conferencias, pequeñas exposiciones en centros escolares… y que, por su parte, los periodistas trabajen para especializarse en temas científicos. A veces nuestro lenguaje no es comprensible para muchos, por eso sería primordial llegar a una simbiosis entre el periodismo y la ciencia”.

La ciencia en el futuro

Según recalcan los expertos, la ciencia siempre ha sido una constante de futuro. “A principios del siglo XX la esperanza de vida estaba más o menos entre los 35 y los 40 años. En un siglo hemos duplicado esta edad gracias al proceso científico y social. Sin fármacos o la cloración del agua no se hubiera podido llegar a esta situación”, explica el profesor de Química Orgánica.

El problema viene del mal uso que el hombre puede hacer de ella: “Los desarrollos más grandes de la ciencia se están dando, entre otros asuntos, en relación a temas de guerra y ahí viene la disyuntiva; el método científico da a la humanidad una herramienta más o menos segura para el progreso, pero hay que saber utilizarla”.

Además, Busto señala que “cada vez vamos hacia una sociedad más tecnológica y científica, y si no estamos metidos en el lenguaje y en el querer saber, vamos a quedarnos fuera de muchas cosas que van a suceder y ya están sucediendo”. Un ejemplo de ello son las tecnologías de manipulación genética, que van a cambiar la vida a mucha gente. Este proyecto está relacionado con los tratamientos contra el cáncer en los que actualmente se está trabajando, pero “si no se invierte más en ciencia, poco vamos a poder conseguir”.

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