CARTA AL DIRECTOR

La Rioja de 1752, según el padre Murillo Velarde

Gracias al marqués de la Ensenada, don Zenón de Somodevilla y Bengoechea, un riojano de Hervías, tenemos una información valiosísima, como ninguna otra en el mundo, sobre cómo era aquella Castilla de mediados del siglo XVIII, la Castilla de las 22 provincias, desde Galicia a Almería.

Entre 1749 y 1754, por orden de Ensenada, se llevó a cabo una completa “averiguación” sobre los aspectos más importantes de la economía local de todas las poblaciones del Reino, en su globalidad, a través de un detallado interrogatorio en forma de “Respuestas Generales”, y en lo particular de sus vecinos, pues todos tuvieron que aportar en las “respuestas particulares”, un memorial sobre lo que tenían.

Pero no es la única fuente disponible sobre la situación de La Rioja. Conocidas son las obras como el cronicón del padre Anguiano o el diccionario de Tomás López, donde ya La Rioja aparece como unidad geográfica.

Sin embargo, es más desconocida la obra “Geografía Histórica de Castilla la Vieja, Aragón, Cataluña, Navarra, Portugal y otras provincias”, los diez tomos de la “Geografía Histórica” que escribió el religioso jesuita Pedro Murillo Velarde y Bravo, y que fue impresa por Gabriel Ramírez en 1752.

Murillo Velarde dedicó el capítulo primero del Libro Segundo a la descripción minuciosa de Castilla La Vieja, juzgando que se debía llamar así “por lo destrozado y acabado que está. Los pueblos están medio destruidos; la casa que se cae no se levanta. Es cosa lastimosa el verla”.

La visión del jesuita a su paso por las tierras de La Rioja castellana, tierras en las que se encontraban encuadradas las localidades hoy pertenecientes a La Rioja, fue también muy poco halagüeña. Dejó su impresión sobre Logroño, Calahorra, Santo Domingo de La Calzada y Nájera. Aparecen mencionadas también otras localidades como Haro, “tres leguas al Norte de Nájera, donde se junta el río Hoja y entra en el Ebro”, que “es cabeza de condado”, pero solo le dedica unas líneas. Las referencias a otros pueblos son también menores.

La Rioja de 1752, según Murillo Velarde, seguidor del también jesuita Juan de Mariana, es “dicha así del río Hoja, que nace de los Montes, en que está Santo Domingo de La Calzada, y junto a Haro entra en el Ebro. También se llama Rigovia o Ruconia y es cierta Comarca que en lo antiguo pertenecía a Navarra y al presente es parte de Castilla la Vieja. Es tierra pequeña, pero fértil, amena y abundante; está rodeada de los Montes de Oca por Occidente, de la Sierra de Piquera y Urbión por Mediodía y del Ebro por Oriente, por el cual río se separa de Navarra”.

Luego, el jesuita pasa a describir las más importantes poblaciones de la región.

Logroño

“Esta la ciudad en una hermosa, fresca y abundante vega”, escribirá Murillo sobre la capital, “Cabeza”, de La Rioja, que contaba con 1.500 vecinos (1614 dirá el Catastro), cuatro parroquias, cinco conventos de frailes y dos de monjas, un hospital, un corregidor y doce regidores y contaba también con voto en Cortes. Estaba exenta del pago del impuesto de las alcabalas (tasa que gravaba al comercio) y en gran parte del de portazgos, y tenía tribunal de la Santa Inquisición desde 1572, año en que fue trasladado desde Calahorra. Murillo dice que Logroño contaba con una “insigne colegiata” desde 1435, hoy catedral de Santa María de la Redonda, que contaba con un abad, siete dignidades, dieciocho canónigos y veinticuatro capellanes.

Calahorra

“En la parte Oriental de Castilla, en los confines de Castilla y de Navarra, de donde la divide el Ebro al Noroeste de Tudela, al Norte de Soria y al Sudeste de Logroño, sobre el río Cidacos”, la ciudad bimilenaria contaba entonces, escribe Murillo, con 2.000 vecinos (1025 según el Catastro), tres parroquias, dos conventos de frailes y uno de monjas, ocho ermitas, corregidores y regidores. Por su parte, la catedral contaba con ocho dignidades, veinticuatro canonjías y dieciocho raciones.

Santo Domingo de La Calzada

“Casi al Poniente de Logroño, al sur de Haro y al Oriente en Burgos, en la parte Septentrional de la Sierra de Cogollos”. El padre Murillo contabilizará 600 vecinos, una parroquia, un convento de frailes y otro de monjas, cinco ermitas, un hospital y “un hermoso puente”. Además, contaba la ciudad con cuatro dignidades, ocho canonjías y ocho raciones.

Nájera

“Sobre el Río Najerilla en la parte Meridional y no lejos del Ebro, al poniente de Logroño y al Nordeste de Santo Domingo de La Calzada, al pie de un ribazo”. “Naxera” contaba con 1.300 vecinos, tres parroquias, dos conventos de frailes y otros dos de monjas. Además, el padre Murillo Velarde recordará que “no lejos de Nájera está la Imagen de nuestra Señora de Valvanera, en el convento de San Benito, que es un santuario famoso, de gran devoción y muy frecuentado de los fieles”.

Con esta descripción breve y limitada, Pedro Murillo se incorpora a los muchos viajeros y geógrafos que describen La Rioja en el XVIII, aportación que sirve de fuente para los estudiosos de la historia y la geografía de nuestra comunidad.

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