San Mateo

La feria, un negocio familiar que viste de luz las fiestas

“En todos los sitios hay cosas, y todas con muchas luces. Me he comido un churro de chocolate y un algodón de azúcar y, todavía, me quedan monedas para montarme en dos sitios más”.

“La verdad es que es una gozada venir cada año. Suele ser siempre lo mismo pero no te cansas del ambiente, la música, las luces. Es entrar aquí y volver a ser un niño”.

¿Alguna diferencia entre estas dos frases? Prácticamente ambas vienen a decir lo mismo: diversión, ganas de pasárselo bien, y total libertad. La primera, dicha por un niño de cinco años, la segunda, por otro “niño” de 34.

Y en realidad eso es la feria. Pero detrás de la música, las risas o el olor a algodón de azúcar, hay una carrera de fondo de muchas personas que, con su esfuerzo y trabajo, hacen posible esta realidad.

Pero, alguien se ha preguntado ¿cómo es la feria de un feriante?

De padres a hijos, de abuelos a nietos. Así es ser feriante. Un negocio familiar que, generalmente pasa de generación en generación y del que vive más gente de la que podemos imaginar.

Aunque los tiempos han cambiado mucho, los feriantes de hoy no olvidan las penas que pasaron sus abuelos y padres. Entre ellas, y a falta de un techo mejor, dormir en camiones o en los propios remolques. Actualmente la realidad es bien distinta. Los más jóvenes de la familia tiene otra preparación y ven el negocio de otra forma.

Están instruidos en el negocio desde la infancia, pero formados en conceptos actuales de administración más adecuados a los nuevos tiempos, y, junto con los avances tecnológicos sobre todo, han dejado a un lado el carácter “errante” de la profesión, sustituyendo, por ejemplo, los carromatos de antaño por modernas caravanas equipadas con todas las comodidades que se convierten en auténtico hogares.

Pero el día a día sigue siendo prácticamente igual que hace cuarenta años. “Tenemos los días de monta y desmonte, con los viajes incluidos, lo que significa un sinfín de kilómetros. Aquí no hay horarios. Cuando terminas, desmontas, coges el coche, llegas a la ciudad de destino y a montar rápido para abrir otra vez”, comenta Lara Ortega, feriante.

Una vez que la atracción está establecida en algún punto, comienza “lo más liviano”. “Por la mañana vienen a reponer los del género para traer peluches, electrodomésticos, todo lo que se ha gastado la noche anterior. Reponemos y aprovechamos para limpiar. Además, siempre hay algo que arreglar o revisar porque, no nos olvidemos de que trabajamos con máquinas y siempre hay algún ajuste o arreglo que hacer”.

El resto de la jornada “somos una familia normal. Empleamos la mañana en atender la casa, hacer la compra, la comida y a las cinco abrimos al público”. Como bien comenta Lara “somos gente normal, y también nos gusta, cuando tenemos un rato, bajar a la ciudad y disfrutar de nuestras fiestas”.

En definitiva, una vida nómada que, nos guste o no, sigue vista con tópicos y prejuicios, pero que, desde tiempos inmemoriales, lleva la alegría y diversión a cada rincón de España.

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