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Territorio de pasiones extremas

La conclusión tras el partido del pasado domingo en La Planilla fue extrema: todo está mal. Como la temporada pasada. TO-DO. Y cuando esta idea se inserta en la psique de los aficionados, apasionados ellos como debe ser, es muy complicado erradicarla de la mente. Es más, todo está tan mal que solo es posible empeorarlo. No se contempla, entre tanto nubarrón de no ganarle a nadie, que a buen seguro, por pura estadística algún día se gane a alguien. Pero cuando un aficionado de los de verdad observa que todo está mal pide que alguien ponga cartas en el asunto o le devuelvan el dinero.

Se siente engañado porque él no tiene responsabilidad alguna de que todo esté tan mal. Él cumple con lo pactado: paga su abono y va al fútbol. Nada más. Y es responsabilidad de otros que todo marche bien, “que para eso cobran y si no que me devuelvan mi dinero”. “Te juro que como vuelvan a jugar como el otro día contra el Haro rompo el carnet”. El TO-DO está mal es un agente extraño que se mueve cómodamente en la memoria colectiva de un club de fútbol, y puede coger tal calibre si se cultiva con inquina y saña que puede acabar con buenos proyectos de forma precipitada.

Así es la realidad en la que se maneja a día de hoy la Unión Deportiva Logroñés. Y esto escapa a las decisiones que puede tomar un club. Es lo que hay, así que conviene adaptarse a ello y hacer las cosas muy bien para evitar el ya famoso “todo está realmente mal”. Y la Unión Deportiva Logroñés está lejos de ser un club perfecto. Es más, muchos han descubierto un nuevo amor a través de las arrugas de estas imperfecciones.

El TO-DO está mal surgió el curso pasado en Durango, se extendió como un veneno durante aquellas primeras cinco jornadas del campeonato, arraigó con extrema profundidad tras perder contra el Sporting B y el Calahorra, y no se rebajó la tensión artificialmente agitada en las redes sociales hasta que el equipo fue capaz de ganar al Racing en Las Gaunas tras acabar el año empatando a nada contra Arenas e Izarra.

Este veneno se mantuvo aletargado durante la primavera más feliz que se recuerda por estos lares por un equipo de récord, y volvió a coger fuerza con los primeros calores del verano, cuando comenzó el ciclo de vida del virus del “todo está mal”: “deberían presentar hoy mismo la campaña de socios”; “sin campaña de socios y me muero por hacerme socio”; “aunque… llevo diez años siendo socio y deberían regalarme el carnet porque soy super importante para este club”; “esta campaña de socios no es original”; “encima sin un vídeo motivador que podría hacer perfectamente cualquiera”; “menuda mierda de vídeo”; “¿y las renovaciones?”; “yo ya las tendría cerradas”; “y no se ficha a nadie”; “éste viene aquí a retirarse”; “éste que se marcha es insustituible, un emblema”; “si da igual a quién se traiga, mientras siga este entrenador”; “¿sigue Miguel? Venga, hombre”; “ni un riojano, es un club sin identidad”… Errores de adolescencia. Pero lo que no importa no duele.

Pasiones extremas

Es la Unión Deportiva Logroñés un club de pasiones extremas. Y esto, de verdad, es genial. Es un club afectado hasta las ‘cartolas’ por el típico amor de adolescencia, ese amor que fijo recuerdas, el que provoca ‘numeritos’ en público que hacen ruborizar a cualquiera, y provoca también esos magreos públicos y notorios que enrojecen a quien le toca contemplarlos desde la distancia. Es la adolescencia que llevaba a un equipo de fútbol. Es el amor de verano implantado en un club. O todo está mal y deberían olvidarse de nosotros porque no le ganamos a nadie, recuerda aquí el famoso: “Voy a cortar contigo”. O todo es tan idílico y maravilloso que somos la hostia, deberíamos casarnos y tatuarnos alguna cosa que solo tú y yo entendamos para el resto de nuestras vidas, porque somos invencibles en nuestro amor puro y auténtico.

Luego, por muy mal que vayan las cosas, se terminan ganando algunos partidos, o lo que es peor, llega el Hércules y te baja de la nube del ascenso que no llega porque siempre acecha la derrota en el mejor momento. Es la vida de un adolescente. Altos y bajos, arriba y abajo. La madurez es el momento en el que el estómago deja de girar y de tomar las decisiones menos importantes de la vida. La madurez es cuando la cabeza se hace cargo de las cosas importantes. La vida, entonces, pasa a ser menos divertida, es como si estuvieras menos vivo, pero a ciertas edades se prima la estabilidad. No hay magreos por las esquinas, y ni falta que hace. La gente es del Real Murcia de toda la vida, y saben lo que hay: endeudarse para seguir en Segunda B y así una jornada más con vida. O del Racing: ascender de una maldita vez para volver a ser lo que fuimos hace no tantos años. O del Cartagena: ‘pollo comehigos’. O del Hércules: con los fenicios se vivía mejor. O del… La madurez en equipos que las han visto de todos los colores.

Nadie era de la Unión Deportiva Logroñés hace diez años, y el que esté libre de pecado… Así que empatar en La Planilla es normal que se vea como un drama después de haber perdido en casa ante el Haro. Es todo nuevo, y desde la mirada de un adolescente nadie nos puede asegurar qué va a pasar de aquí en adelante, “salvo que se van a perder todos y cada uno de los partidos de este campeonato y nos vamos a Tercera”. Maldita feliz adolescencia.

El miedo a lo desconocido y las ganas por conocer nuevos espacios gestionan el día a día en plena adolescencia. Todo es pura agitación, porque si nos falla esto, qué nos queda. Viva el tremendismo del adolescente. Somos de un equipo de fútbol porque a buen seguro nos hace agitarnos, sentirnos vivos, pasar de la victoria a la derrota en una sola semana, salirnos de la rutina, volver a ser unos adolescentes asustados pero atrevidamente motivados a comernos el mundo junto a nuestro equipo de fútbol.

Así que en el territorio de las pasiones extremas es imposible hacer espacio a ese fútbol que no se entiende. Imposible. En plena adolescencia es imposible comprender que a veces, tras una derrota, es mejor empatar que volver a perder, como observamos la temporada pasada en La Planilla. Pero si nos quitan esta mirada adolescente al otro lado solo hallamos la maldita rutina de la madurez vital. Y al fútbol se va a sentir porque es el territorio de las pasiones extremas. Y que dure muchos años.

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