Al mismo tiempo que las riojanas Lucía Antón y Leyre Varea hablan con NueveCuatroUno sus pies retiemblan. No es por los nervios: están en El Salvador y se acaba de producir un pequeño seísmo, nada fuera de lo normal para los lugareños. Es lo que tiene estar en el centro del mundo, con el Pacífico muy cerca y volcanes a escasos kilómetros.
Sin embargo, estas jóvenes no están de turismo por este el país salvadoreño, aunque bien podrían porque reconocen que «es muy bonito, nos ha sorprendido gratamente: en media hora estás en la playa, en la montaña y en un volcán». En realidad han ido para llevar a cabo un proyecto de cooperación al desarrollo de la mano de la Universidad de La Rioja, Medicus Mundi La Rioja, Medicus Mundi El Salvador, la Coordinadora de ONGD de La Rioja, con la financiación y colaboración del Gobierno de La Rioja.
«Se ha detectado que El Salvador es un país, al menos en las zonas que estamos trabajando, con un índice de suicidios muy elevado en adolescentes porque se quedan embarazadas y no pueden abortar», explican las jóvenes, estudiante de último año de Grado en Trabajo Social, Leyre Varea, y Doctorado en Ciencias Biomédicas y Biotecnológicas, Lucía Antón.
«Todo el proyecto gira en torno a disminuir el índice de suicidios y sobre todo en la prevención de embarazos no deseados: salud sexual y reproductiva, porque muchas de ellas son violadas o sufren incesto», relatan. No se trata de una acción puntual, está compuesta de distintas cuestiones: por un lado de formar a los lugareños y por otro se quiere fomentar la política juvenil municipal.
«Se crean comités juveniles, a ellos se les da la formación en salud sexual, y luego los miembros del comité, una vez que reciben esas jornadas de formación de capacitación en salud sexual, tienen que hacer réplicas: es decir, ellos mismos forman a otros adolescentes para que sea un proyecto y una acción sostenible».
Todo ello buscando metodologías alternativas: «para la formación en salud sexual se usan talleres de cine y de teatro», apuntan Lucía y Leyre. De hecho, ellas mismas han participado en el festival donde presentaban el resultado de los talleres de cine y teatro.
Además de ayudar en la formación, a las jóvenes riojanas les toca colaborar en tareas administrativas -como en España, se encuentran en plena renovación del Gobierno-. También han colaborado en la reforestación de un pueblo, de una comunidad, «para que los jóvenes en vez de estar dispersos y meterse en las maras, en las pandillas, luchen por su ciudad, por sus comunidades».
Otra de las patas del proyecto es una plataforma virtual, a través de la Universidad de La Rioja y el Ministerio de Salud de El Salvador, en la que se ofrece formación de formadores. Dicho recurso está destino a profesionales de la salud que se están capacitando en formación para la salud sexual y reproductiva para trabajo con adolescentes.
Lucía y Leyre lo tienen claro. «No es un proyecto partenalista; no venimos a ayudar a los pobres, queremos que sean sostenibles y se trabaja para que ellos sean parte activa del desarrollo». No en vano, no se acaba aquí la acción, las entidades implicadas buscan que se continúe mejorando. Para ello ya se trabaja en un próximo proyecto y por ello las chicas riojanas están colaborando realizando un diagnóstico a las unidades de salud del departamento de Santa Ana, para ver los estándares de calidad con los jóvenes; todo enfocado en la prevención de embarazos.
Pero no solo su labor como cooperantes es digna de mención, porque en este viaje al centro de la tierra de Lucía y Leyre hay sobre todo una experiencia personal. Llegaron el 6 de julio y hasta el 30 de agosto son dos salvadoreñas más. Su hogar es la casa de la responsable de Medicus Mundi El Salvador. «Estamos en San Salvador, la capital, pero nos desplazamos a las comunidades de Santa Ana, que son El Congo y Coatepeque, donde se desarrolla el proyecto», precisan.
Encantadas con los lugareños, los definen, entre risas, como «muy acogedores, pero como aquí ‘coger’ tiene otro significado, diremos que muy amables». Y es que el juego lingüístico lleva a múltiples anécdotas. «En El Salvador llaman a los chavales y chavalas, ‘bichos’ y ‘bichas’. Era como teníamos entendido que se les decía, pero un día llegamos a una comunidad y nos dijeron: ‘ahí tenéis a los cipotes…’. No sabíamos qué pensar, luego nos explicaron que era otra de llamar a los jóvenes», cuentan entre carcajadas.
Sorprendidas para bien por la tranquilidad del país, el nombre de La Rioja en El Salvador también tiene tras de sí un juego de palabras. «Hay un embutido aquí muy conocido, que lo puedes encontrar en cualquier supermercado, que se llama ‘La Rioja’, pero de Argentina… Y eso lleva a equivoco. Por lo demás, de nuestra región no conocen nada».
Con la ‘pupusa’ (una especie de tortilla de maíz rellena de distintas cosas como frijoles con queso, ayote -calabacín- o chicharrón -cerdo-) como comida más típica, si algo les tiene encandiladas es la fruta: «super buena, nos estamos poniendo de papaya, mango, melón… Todo recién cogido del árbol». Si les toca comparar con España, económicamente hablando, «la vida es bastante parecida de cara a nuestro país, pero la diferencia es que en El Salvador el sueldo base son 300 euros, bueno ellos tienen dólares, pero es la conversión», concretan.
A punto de alcanzar el ecuador de este viaje, Lucía y Leyre están contentas: la experiencia les sonríe, incluso la climatología que aunque calurosa refresca por las noches con las tormentas. Una sonrisa que también dibujan en el resto y que esperan que se traduzca en un futuro más positivo para los salvadoreños.
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