Si usted, amado lector, está en compañía de niños, tápeles los ojos de inmediato. Porque de lo contrario están a punto de asistir a un rosario de improperios a los que solo conducen la desesperación y una apuesta decidida por el lenguaje directo a la mandíbula.
Alguna calle de Navarrete ha sido el lienzo en el que este vecino desesperado ha esbozado su ‘ruego’ al dueño de un can de vientre suelto y amo distraído en las labores de recogida. Aunque dejamos una fotografía del ‘original’, cuya posdata es mágica, adjuntamos un poco más abajo una traducción para quien pudiera resultar de utilidad.
«Al amado y misterioso propietario de un perro que deposita heces cerca de este lugar. Ojalá pudiéramos conocernos en persona para trasladarte las molestias que me generan. Mi primera apuesta es por el diálogo, pero si no fuera posible alcanzar un entente, siempre nos quedará la vía de un contencioso.
Postada: abrazo fuerte».
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