Gastronomía

El día más feliz en la vida de Ángel: 25 años de La Vieja Bodega

25 años de La Vieja Bodega

No había que perdérselo, y los que lo hicieron andan (andamos) echándose las manos a la cabeza. La Vieja Bodega cumple 25 años en 2019, consensuar la fecha exacta es más difícil, y ha decidido llenar Casalarreina de eventos festivo-culturales de aquí a diciembre. Este jueves fue el pistoletazo de salida.

Ángel Pérez Aguilar convocó a aquellos a quienes le apetecía tener cerca en esta fecha tan especial y consiguió la atmósfera que pretendía. “Fue uno de los días más felices de mi vida. Todo salió redondo. Todo el mundo disfrutó. Todos disfrutamos”. Ángel habla así más de 24 horas después sin darse casi importancia. Claro que todo el mundo disfrutó, como para no hacerlo.

El menú del aniversario hizo un recorrido por los platos clave de la historia de La Vieja Bodega. Platos de siempre como las Pochas Riojanas o los Pimientos Rellenos de Bacalao, de los que arrancaron en la carta de hace 25 años como el Pastel de Puerros o los Caprichos de Toloño o de los que se incorporaron hace mucho menos tiempo, como el Taco de Rabo de Toro. Motivos suficientes para el goce. Pero había más.

Elegir el vino en una fiesta que se celebra en La Rioja parece tarea fácil. Deja de serlo cuando muchos de los invitados son de los que se encargan de mantener llena la bodega. Y vuelve a serlo cuando esa bodega de la que estamos hablando incluye entre sus más de 400 referencias auténticas joyas internacionales.

Algunas de esas fueron las que se sirvieron para el disfrute del personal. Un blanco alemán y otro sudafricano, un tinto joven portugués, Rebel Tinto, otro del suroeste francés, You Fuck My Wine, de Fabien Jouves y un tercero de la Patagonia argentina. De la bodega que Humberto Canale tiene entre General Roca y Neuquén, su Old Vineyard de 2015.

De la Patagonia, precisamente, regresaba Ángel Pérez aquel día de enero de 2001 en el que La Vieja Bodega quedó reducida a casi nada. “Solo han quedado en pie las paredes de piedra del local, el resto se ha quemado en su totalidad”, informaba aquel día el SOS Rioja.

8 de febrero de 2001

Con lo que no pudo el fuego fue con la ilusión de aquel jarrero que de tanto pasar por delante de ese edificio de Casalarreina, frente a la Guardia Civil, acabó comprendiendo mediados los 90 que allí estaba su sitio y no en los líos de un catering madrileño. El fuego le obligó a parar, pero no a detenerse. Lo utilizó para doblar el espacio, para replantear el futuro. Tardó ocho meses en volver a abrir. Y hasta hoy.

Reportaje gráfico de James Sturcke

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