Minutos antes de las nueve, un domingo, media docena de personas esperan en la puerta de la Biblioteca de Logroño. No tienen pinta de estudiantes en época de exámenes. Pero también andan de un sitio para otro y apenas hablan. Están a punto de ejercer su derecho al voto.
9:00. Puntualidad británica: se abre el colegio electoral. Que no se diga que en España se es impuntual. Otro de los estereotipos por desterrar. Con la veda levantada, los presentes tienen cierta prisa por votar. “Vengo siempre de los primeros”, dice un señor que sale a toda velocidad tras depositar su sobre en la urna.
Un matrimonio practica la fiesta de la democracia en conjunto: Emilio Ubis, natural de Entrena, y Pilar Pascual, de Sorzano. “Venimos antes de que abra y así somos de los primeros y nos quitamos de gente, de esperas…”, reconocen, mientras van a recoger su voto. “Lo tenemos claro, votamos siempre a los mismos, pero no traemos el sobre preparado”. Los dos votan en la misma mesa, todo lo hacen con naturalidad. Se les ve relajados.
Otros, como una señora de Zaragoza necesita ayuda: “Maja, ¿cómo tengo que hacerlo? Es que normalmente no voto aquí y estoy perdida”. Incluso requiere asistencia para meter la papeleta en el sobre. Finalmente consigue el objetivo: tras varias vueltas por la sala, vota.
Pablo Fernández, a punto de votar.
Los madrugadores del voto son más bien mayores y entre ellos alguno destaca, como Pablo Fernández, de 4o años. ¿Por qué votar tan pronto? “Porque me voy ahora a hacer deporte”. La ropa le delata en cierta medida. “Suelo ir en piragua los domingos y hoy también. Me subo a la zona de Anguiano”. Así que bajará por el Najerilla con las tareas democráticas hechas.
Y en ese entrar y salir continuo de gente… Algunos pasarán casi toda la jornada dentro, con alguna visita a la calle, al bar, pero en gran medida estarán en el colegio: son los apoderados e interventores. Del PSOE, de VOX, del PP, del PR+… Hay buen rollo entre ellos, los ciudadanos deciden, ellos conviven.
