Semana Santa

La otra cara de la Magna Procesión: pies descalzos, zapatos sin pies…

En una gran procesión, como la Magna de Logroño, las miradas se centran principalmente en los múltiples pasos que ‘desfilan’ entre el gentío. Los cofrades, los tambores y las figuras que cabalgan sobre las andas atrapan la atención. Pero hay mucho más: esa cara b, esos detalles que regala el mirar sin esperar, el observar a la gente, el ‘escuchar’ con los ojos.

Amaya Garrido ha abierto sus lentes, fotográficas, y ha captado para NueveCuatroUno curiosos instantes de los miles que se han producido este Viernes Santo, en el acto más esperado de la Semana Santa logroñesa.

Enumerarlos no es sencillo porque tras cada persona de las que ha llenado el recorrido hay un gesto: de tensión, de fervor, de ilusión, incluso de cansancio por la espera. Mayores en sillas de ruedas aguantando con la fuerza que da la pasión; niños con una mezcla de entusiasmo y curiosidad por la grandiosidad de la procesión; balcones más llenos que los de la Puerta del Sol el día de las campanadas; grupos tomando café en las terrazas de los bares y viendo la procesión pasar como quien lo ve por la tele…

Y, entre tanto, regalos visuales como un cofrade procesionando descalzo y la antítesis: un puntiagudo y estiloso zapato de aguja solo, sin pie, junto a otro que sí está ocupado. La otra cara de la tradición, la otra cara de la vida. La vida misma.

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