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Bordar el sufrimiento

Marcos André aprieta el botón del pánico en el 94 para firmar otro triunfo in extremis… con remontada

A Las Gaunas se va recién duchado, con el efecto brillo en el pelo en perfecto estado de revisión, con ese volumen a recién lavado. Se va a Las Gaunas con la colonia de los domingo, aun siendo sábado; con la camiseta recién planchada, oliendo a Pernell y a suavizante del bueno… Y se sale sudado, agitado, con el pulso descontrolado. Se va uno de Las Gaunas oliendo a varios días, a barba de cinco días, y con el rimel cayendo a chorros por las mejillas. De Las Gaunas se sale sin colonia, sin camiseta, arrugado y con nuevos y numerosos amigos en uno de esos abrazos de gol eternos, porque serán recordados siempre.

Estuviste aquel sábado de primavera, en febrero, cuando, mientras pedías penalti, te perdías el que de momento es el gol de la temporada. Porque, seguro, no has visto el gol de Marcos André en el 94. Porque tu partido se ha acabado en el 93’45’’. Vale: has visto ese balón peinado entre Bobadilla y Ander Vitoria. Eso lo has visto. Y el equipo con diez. Y has visto un brazo visitante sobre la espalda de Andy. Lo has visto. Y has pedido penalti… sin estar muy seguro. Pero es lo que toca en momento así. Era el descuento. Y, entonces… el apagón. Ya no recuerdas más.

Foto: Eduardo del Campo

Diez segundos en shock. Y tu memoria se recupera sobre el el pecho de tu compañero de asiento: arriba, abajo, a un lado, al otro lado. Da igual. Todo vale en instantes así. Y sales de Las Gaunas con la garganta rota, y el corazón lleno. Sales de Las Gaunas en disposición de comerte el mundo. “Que nos paren”, piensas. Goce.

Porque no has visto a Marcos André enchufarla por la escuadra. Porque tu jugada de gol se ha acabado en el penalti. No lo has visto aparecer, como tampoco lo ha hecho la defensa del Bilbao Athletic. Con los ojos ensangrentados, Marcos André ha sido el único que ha mantenido la calma. Llevaba buscando su gol desde el primer minuto de partido. Lo había avisado esta semana: “Ya me toca marcar”. La falló el domingo pasado en Irún, y no estaba dispuesto a fallar este sábado. Y la ha metido por la escuadra tras varios intentos infructuosos tanto en la primera mitad como en la segunda -la tuvo en el 10 y también el 85 con los gemelos en la garganta-.

Y a ti, su remate, te ha llevado ese gol a abrazarte con el que tenías al lado. Y a sudar, y a agitarte, y a romperte la voz, y a volver a creer en los milagros, en las meigas y en lo que haga falta… Te ha llevado a sonreír una tarde extraña de primavera, insisto, en pleno febrero. Te ha llevado a volver a creer en las hadas, en los ángeles, y en que el infrafútbol mola que alucinas cuando se siente hasta el final.

Marcos André y todos sus compañeros, con diez por la expulsión de Iñaki, te han llevado a sentirte único durante esa celebración con el partido ya terminado. Te ha llevado a vivir un capítulo de ‘Oliver y Benji’ en directo. Una de esas jugadas que duran una vida y se resuelven en menos de 30 segundos en la vida real. Que es lo que le quedaba al partido. Vuelve a creer en que hay que intentarlo hasta el final, como ha demostrado este equipo. Lo ha hecho ante el Vitoria (Bobadilla), ante el Langreo (Olaetxea), y ahora ante el pobre Bilbao Athletic que sufre se segundo derrota en el último segundo en quince días.

Te inspira un equipo tan imperfecto como convencido en sus posibilidades. El gol de Marcos André te alivia, porque esta plantilla ya hasta remonta, que era algo que no había hecho en todo el campeonato. Si empezaba perdiendo, como este sábado, como mucho empataba. Se ha adelantado en el minuto 13 Benito tras una gran parada de Miguel y un desconcierto defensivo por la banda derecha del muro blanquirrojo.

Es tan imperfecto este equipo que no se le puede dar por muerte nunca. Jamás cometas el error de hacerlo. Ja-más. Porque hasta Ñoño es capaz de marcar tras varias decisiones malas cuando encaraba a Etxebarria en el minuto 38. Su último gesto ante de encarar ha sido horrible. Pero se ha frenado a tiempo, como en Lasesarre, para rehacerse a 180 pulsaciones. Y volver a comenzar. Ha cambiado el plan por un error propio. Y ha pasado de encarar al meta a encarar al central. Y enchufarla raso por el primer palo, desde la frontal.

Del error este equipo hace virtud. Y pasa del posible 1-0, al 0-1. Y convierte, por mediación de don Miguel, el casi 0-2, en el 1-1. Y después de fallar Rayco otro mano a mano, y quedarse con diez, dejarse la vida sobre el césped para ganar tres puntos de playoff de ascenso en el 94, con el colegiado navarro Galech Apezpetgia con el silbato en la boca y cerca de soplarlo. Así se borda el sufrimiento… 9 puntos del Leioa.

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