La Rioja

Cambio de imagen y de dimensión en su propio pueblo

María Olavarrieta. 37 años. Cenicero. Esteticista.

Reportaje fotográfico: Clara Larrea ©

Hay puntos de inflexión en la carrera profesional. Como en la vida. Situaciones en las que se necesita un cambio o un giro o una reconducción… Y María Olavarrieta (Cenicero, 37 años) está en uno de ellos. Lleva más de 15 años gestionando su propio centro de estética en su pueblo, Cenicero, y está en fase de retos.

Enérgica y con ganas de contar su vida con entusiasmo Olavarrieta recibe a NueveCuatroUno en el piso, un primero, en el que tiene su espacio de trabajo. Estamos casi en Navidad, huelga decirlo, pero por si se nos había olvidado, los múltiples detalles navideños de la decoración nos contextualizan el instante.

Y entonces comienza su historia. “Siempre me había gustado el tema de la estética, pero de inicio no empecé con ello”, explica. Su proceso es como el de muchos de los que viven en los pueblos riojanos… “No era en plan una gran estudiante, pero tampoco mal, y cuando terminé la EGB pues me bajé a Logroño, al Cosme García a estudiar FP”, precisa. Allí cursó FP1 de Administrativo, dos años, y vio que no le gustaba.

“El tema de la Administración no era lo mío. Así que comencé Estética en una academia privada: la verdad que en Logroño no había muchas opciones de formarte en ese ámbito”, apunta. Ella siguió con su formación, pero se estrenó en el ámbito laboral. “Había que sufragar gastos, tengo otras dos hermanas más pequeñas que también tenían que estudiar”. Así inició su trayectoria en el hipermercado Alcampo, en la zona de encurtidos. “Me hicieron fija”, recuerda. En ese periodo, compaginaba estudios, trabajo… de todo un poco.

Con 22 años recién cumplidos surgió la oportunidad de coger el estudio de estética de una chica de Cenicero y se echó el mundo por montera: “Estaba muy verde”, recuerda sonriendo.

Pero María quería desarrollar su camino en el mundo de la estética y se fue por esa vía. Con 22 años recién cumplidos surgió la oportunidad de coger el estudio de estética de una chica de Cenicero y se echó el mundo por montera: “Estaba muy verde”, recuerda sonriendo ahora, con la experiencia que dan los años en la profesión.

Así fue gestando su propio centro: primero en un piso de alquiler y desde hace nueve años en uno de la familia. “Esta era la casa de mi abuela, donde tenía un hostal con ocho habitaciones y un baño”, cuenta divertida. Ella reformó la mitad del gran inmueble y preparó un centro con varias estancias.

“Mucha gente se piensa que en un pueblo no tenemos tantas cosas, a veces estar en un sitio pequeño es un hándicap, pero dispongo de variados servicios, incluso más que muchos centros en la ciudad. Aposté por el láser hace nueve años y tengo a clientela de otros sitios, como Logroño o Haro, que viene a ello porque ve resultados”, admite. Pero no solo eso, también ofrece tratamientos corporales como presoterapia o cavitación, tratamientos faciales con técnicas de fotorejuvenecimiento, solarium, y a ello se unen las clásicas depilaciones, maquillajes, manicuras y pedicuras, etc.

“Necesitaba un cambio, una nueva ilusión”. Así que hace unos meses decidió apostar por seguir en su profesión, pero dando un paso más e introduciéndose en la estética avanzada.

“La pena es que al final el servicio más habitual es el del la estética básica”, reconoce. Y la crisis también ha hecho mucho mal en este sector, como María admite. Y, aunque no se puede quejar por cómo le va, hace unos meses se planteó el cierre. “Se lo dije a Edu (su marido), necesitaba un cambio, un nueva ilusión”. Así que en verano puso en orden su cabeza y decidió apostar por seguir en su profesión, pero dando un paso más: introduciéndose en las técnicas de estética avanzada.

“Llevo meses formándome con grandes esteticistas, he ido a conferencias en Madrid, Burgos y Bilbao, y al mismo tiempo estoy haciendo un curso online de marketing y gestión de empresa: quería cambiar el rumbo y buscaba una motivación”, relata. Esto se va a plasmar en un cambio integral de imagen: desde el logotipo hasta el mobiliario del propio centro. Pero sobre todo va a ser un cambio de concepto: a lo que hacía hasta ahora se le añaden servicios más avanzados como el láser vascular (para eliminar venitas reticulares, etc.), el ‘DGP’ (para eliminación de verrugas, elevación de párpados, etc.), el ‘Liposonix’ ( ondas de choque para quemar la grasa), el ‘Hifu’ (lifting facial sin cirugía) o el Dry Tattoing (eliminación de estrías).

María sabe que no es fácil a lo que se enfrenta. “Mi previsión es hacer efectivo el cambio para febrero o marzo; es una inversión importante y siempre está la incógnita de cómo responderá el público, pero estoy muy ilusionada con lo que viene”, subraya. Se le ilumina la cara. Y entonces su teléfono comienza a vibrar. “Disculpad, es Marcos, tengo que cogerle”. Es su hijo de nueve años. La única pega de que dedique tanto a su proyecto laboral es precisamente eso, el no poder estar más con su niño. “Me gustaría pasar más rato con él, pero…”. Hacer realidad ese deseo y que el centro funcione para poder aumentar plantilla son dos de sus sueños.

Aunque si algo define el discurso de María es la humildad. “No sé, supongo que no soy consciente de que desde muy jovencita soy emprendedora, te metes en dinámica y no te das importancia”, admite. Ahora le toca visibilizar sus potencialidades e incluso comenzar a darlas a conocer en redes sociales, haciendo vídeos, etc. “Ya estoy empezando, pero poco a poco, aunque la profesora de marketing insiste en que me suelte y que me salen bien”, ríe. Es tiempo de cambios para María Olavarrieta, de nueva estética, pero sobre todo, de renovadas ilusiones. Y las ilusiones mueven el mundo.

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