‘Turismo + Rioja = Enoturismo’. No hay habitante en el mundo que al ser cuestionado sobre el principal atractivo turístico de nuestra región no dirija la mirada directamente a las bodegas. Su área de influencia, sin duda, va más allá de los viñedos; pero el sector terciario y el vitivinícola están condenados a entenderse en nuestro territorio.
Precisamente por el peso específico del enoturismo en la comunidad (háganlo extensible también a la Denominación de Origen Calificada), el quinto ‘Encuentro Clandestino’ de NueveCuatroUno y Wine Fandango no tiene mayor propósito que el de someter a examen su estado de salud: qué estamos haciendo bien y, sobre todo, en qué debemos mejorar para situar a Rioja como un destino de referencia en el turismo enológico.
Para ello sentamos en la misma mesa a Jesús Arechavaleta (responsable de Enoturismo de Bodegas Ontañón), Esther Sáenz (guía turística oficial de La Rioja), Clara Martínez de Salinas (propietaria del hotel La Capellanía de San Asensio), Román Jiménez (exdirector del Hotel Viura y de la Cata del Barrio de la Estación), Carmen Bengoechea (experta en la materia y organizadora de la primera edición del Carnaval del Vino) y Virginia Borges (directora de Método Marketing y de Promoción Turística en el lanzamiento de la campaña institucional ‘La tierra con nombre de vino’).
Hechas las presentaciones, la primera pregunta es obligada: ¿Cuál es el estado actual del enoturismo en Rioja? Y la respuesta, común: necesita mejorar. Los argumentos, eso sí, admiten matices. De la radiografía «cambiante» a la que apunta Arechavaleta a la «fase de desarrollo» con la que Bengoechea introduce la sentencia de Román Jiménez: «Hemos dado pequeños pasitos pero estamos a años luz de otros destinos como Francia, Italia o Portugal, por no hablar de Estados Unidos».
Esther Sáenz ahonda en la raíz de esa desventaja al subrayar que «hay mucho que aprender y las bodegas tienen que caminar más juntas para potenciar la región de verdad, con respaldo del ente público». «Se toman decisiones sobre la falta de conocimiento y, a partir de ahí, las decisiones no cuadran; en la medida en que no dejen participar a los profesionales, la pescadilla se seguirá mordiendo la cola», añade Virginia Borges, quien lamenta que «haya que separar Rioja y La Rioja, porque tienen una concepción absolutamente distinta sobre el turismo».
Carmen Bengoechea destaca sobre el resto dos debilidades en el sector: «Los gerentes de la bodega no lo entienden porque su prioridad es la producción de vino y no se entiende que el turismo es una industria que requiere planificación a uno o dos años, como mínimo; los propietarios de las bodegas quieren resultados inmediatos y eso no es posible».
Avance insuficiente
Clara Martínez de Salinas admite que el fenómeno es relativamente reciente en nuestro territorio: «Hasta hace 25 años no recibíamos turistas interesados en conocer las bodegas, sino excursionistas». Y la solución pasa, a su juicio por más promoción pública, «no solo del vino, sino también de su paisaje». «No se nos pide opinión al resto de actores del sector, que nos enteramos de los cambios normativos cuando ya se han aprobado», se lamenta.
No es el único reproche a la Adminsitración. Jesús Arechavaleta confiesa lo «difícil» que resulta en el terreno práctico la colaboración público-privada, que hace que «acabes llegando a la conclusión de que avanzas más rápido haciéndolo tú mismo».
Román Jímenez, por su parte, considera «increíble» que el Centro de la Cultura del Rioja -el espacio concebido como pilar básico del enoturismo en Logroño- lleve casi dos años y medio cerrado. «Cuando visito el entorno con grupos tengo que pasar de puntillas sobre su cierre, porque muchos no llegarían a entenderlo», añade Esther Sáenz.
Hay más motivos para la indignación. Jiménez no concibe que «no tengamos una feria del vino como tiene, por ejemplo, Burdeos» y el resto de la mesa lamenta que el evento que debería ser su equivalente, la Fiesta de la Vendimia, ha sido «absorbido» por su carácter institucional y «casi no recuerda a nada relacionado con el vino».
La parte de culpa de las bodegas
Borges también analiza la evolución del enoturismo en la región: «En 2004 el catálogo de bodegas a visitar se reducía a un tríptico y ahora hay una falsa percepción evolutiva, porque han abierto muchas bodegas al público pero no tenemos un mejor producto».
Además, identifica en la pérdida de ‘alma’ una seria amenaza para el sector. «En cierto modo, la percepción que existe es que hace unos años quien te guiaba en la visita a la bodega lo hacía por pasión. En muchas ocasiones era el hijo del bodeguero u otro familiar y eso se ha ido perdiendo en la búsqueda por la especialización; en ciertos casos, la búsqueda del progreso ha supuesto un retroceso».
Soluciones y deseos
Para Carmen Bengoechea, la salida más sencilla hacia un enoturismo de calidad pasa por remar todos en la misma dirección. «Todos tienen que comprender que la colaboración es necesaria», señala, recordando las dificultades que encontró para impulsar la primera edición del Carnaval del Vino de Haro.
«Lo primero que me dijeron en 2008 es que no iba a conseguir nada porque las bodegas se llevaban a matar entre ellas, pero comprendieron que, todos juntos, se llega más lejos», subraya. Para Román Jiménez, la solución requiere dejar a un lado los prejuicios: «No entiendo por qué no terminamos de desenterrar el tesoro que tenemos; nos falta apoyo y perder el miedo o la vergüenza a pedir consejo a esos lugares que llevan mucho tiempo haciéndolo francamente bien», afirma.
Jiménez asiente cuando Bengoechea relata las dificultades que encontró para poner de acuerdo a las grandes bodegas de Haro y define como «muy duro» el proceso para sacar adelante un proyecto como la Cata del Barrio de la Estación. «Hay mimbres para hacer lo que se ha hecho en otros sitios», asegura. Y mantiene su apuesta por «un turismo de verdaderos amantes del vino; prefiero a diez visitantes de este tipo que un autobús lleno de gente que lo mismo iría a una bodega que a un museo».
En el capítulo de deseos, Esther Sáenz explica que bastaría con implantar iniciativas como la Fuente del Vino más allá de San Mateo: «Es algo realmente sencillo y que valoran muchísimo las personas que nos visitan». Arechavaleta, por su parte, pide un ‘tres en uno’: «Una buena planificación, alguien que la lidere con criterio y que sea capaz de hacerlo participativo».
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