En estas fechas, de día, los viandantes miran de reojo al pasar junto al pasaje de Vara de Rey con Pío XII. Un conjunto de colchones llama la atención: veinticinco en concreto. Por la noche, las miradas aún se vuelven más vergonzosas… Decenas de temporeros pernoctan en él. Lleva ocurriendo desde hace casi un mes y medio, no solo desde que cerrase el dispositivo municipal del polideportivo Espartero, como indican los habitantes de la zona.
Y es que en esta historia, que se repite cada vendimia en las calles logroñesas, los daños colaterales alcanzan principalmente a los vecinos y oficinas de los portales 41 y 41 bis de Vara de Rey, y a los comercios que funcionan dentro del propio pasaje. NueveCuatroUno recorre la zona buscando reacciones de primera mano.
Huele a una mezcla de lejía con otros matices difíciles de describir. Es sábado, un día con bastante movimiento en las peluquerías, pero Pilar López, del centro ‘La Pelu’, está en la puerta de espera… «Nos hace mucho daño el que estén aquí durmiendo. La gente mayor se asusta y no viene. Hoy mismo me ha cancelado una señora que tiene que pasar por el lado de Pío XII y por no cruzar por ese tramo, donde suele haber más temporeros, no viene. Y no es la única», explica con pesadumbre.
Los daños son variados. «Supone mucha pérdida económica, son bastantes semanas con ellos por aquí», recalca Pilar. Pero no solo es un tema monetario. «Son muy sucios, dejan todo lleno de porquería: se orinan, defecan, dejan restos de comida, latas… El olor es insoportable. Un desastre», subraya esta peluquera que lleva dos años con su peluquería en este pasaje. «No sabemos qué hacer, pero se tiene que poner solución a esto…», indica, mientras recuerda que son los comercios y las porteras de las viviendas las que se encargan principalmente de su limpieza.
Un poco más adelante, ya en Vara de Rey, está Nuria, portera del número 41. En su caso, el problema es algo más relativo porque está casi fuera del pasaje. «Cuando yo llego por la mañana ya se han ido casi todos; me toca recoger cartones y también pises, el olor…», reconoce, quien lleva casi una década trabajando en la zona y recuerda que así es desde entonces.
De vuelta al pasaje, cerca de la esquina, en la parte más cotizada para pernoctar, está abierto Bull Tattoo. «Para las cinco y media de la tarde ya los tienes por aquí cogiendo sitio desde antes de que empiece la vendimia», cuenta su propietario. «El problema son los que además no tienen trabajo…».
Para este tatuador, que lleva tres años en este local, también son notables los efectos negativos. «Nuestra especialidad son las piezas grandes, de estilo realista, aunque estos clientes vienen de fuera a que se lo hagamos; pero en el día a día, el tatuaje comercial, el que da dinero, las piezas pequeñas, son de gente de aquí y todos estos no quieren cruzar el pasaje en estas fechas, les da mal rollo; se nota mucho económicamente», cuenta.
Los vecinos y comerciantes demandan soluciones
«Los problemas de insalubridad son notables y no entiendo cómo para algunas cosas se tiene tanto control, como para tener un centro como el mío, y para otros como para que estas personas esté aquí durmiendo en el suelo nadie haga nada», subraya, y añade: «Parece que durante el resto del año hemos conseguido que se vayan los maleantes que había, pero llega la vendimia y mes y medio así…».
En la experiencia del tatuador no hay siniestros con los temporeros. «Les he echado el alto si me dejan comida o si se me ponen en la puerta cuando estoy abierto por la tarde, pero no se meten con la gente, ni faltan al respeto, en general, alguno me dice ‘buenas noches, jefe’ cuando me voy». Y demanda soluciones: «No sé si el Ayuntamiento, el Gobierno o quién, pero tendrían que adaptar o preparar alguna zona en las afueras para que estas personas estén en una situación más digna».
Junto a los daños colaterales de insalubridad y pérdidas económicas también hay un efecto emocional, como reconoce el propietario del estudio de tatuajes. «La gente está desquiciada, tía. Los vecinos y los comercios de este pasaje están desesperados, enseguida se les oye protestar».
Esto es lo que se puede contar. Otros casos transgreden otras leyes cívicas, tal como nos relata una vecina, con alguna masturbación en público…
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