El Rioja

El control de la uva: un momento clave para el sistema de calidad de la DOCa Rioja

Jaime, Andrea, Marta y Javier son los encargados de controlar y autorizar la entrada de la uva en la bodega

Control de peso, control de calidad, control, control… Una mañana cualquiera de esta vendimia es buen momento para comprobar ‘in situ’ cómo funciona una de los inspecciones principales dentro de la Denominación de Origen Calificada Rioja: la recepción de la uva en bodega. “Tenemos que ver todo lo que entra y acreditar los pesajes, es decir, que lo que trae el agricultor de su pesaje en las básculas municipales es lo que nosotros recibimos en bodega”, explica Javier, uno de los cientos de auxiliares de vendimia que el Consejo Regulador contrata cada campaña con la misión de verificar que ni falten ni sobren kilos.

Esta es su quinta vendimia y esta vez le ha tocado en Cenicero, en Marqués de Cáceres (cada año les cambian de emplazamiento). La tarea parece amena: no está solo. Junto a Javier trabaja el equipo de la bodega: Marta, que se encarga de la báscula en vendimia, aunque durante el año se ocupe de tareas de oficina; Andrea, química, que está solo en la temporada de vendimia, en báscula y laboratorio, para certificar la calidad, tomar muestras para calibrar el equipo, etc.; y Jaime, que suma 22 años en la empresa, como operario, que en estas fechas realiza la toma de muestras en los remolques que llegan, organiza, etc. Semanas después pasará a elaboración.

Se acerca el mediodía y comienzan a llegar los remolques de uva, todos cortados a mano, uno de los requisitos de Marqués de Cáceres. Dos de los momentos que más actividad aglutinan son el final de la mañana y el final de la tarde (la bodega recibe género de 9 a 14 y de 15 a 20 horas). Así comprobamos cómo es todo el proceso, desde que Jaime pincha en tres puntos en el remolque, cómo se coge la muestra, cómo la introduce en la máquina Andrea y certifica que se cumplen los parámetros fijados en cuanto a grado, acidez total, la volátil, calidad sanitaria e índice de color, y de ahí se clasifica en la tolva correspondiente.

Al mismo tiempo, Marta realiza el pesaje y todo ello lo supervisa Javier, el auxiliar del Consejo. “Verificamos la cartilla que cada agricultor tiene, autorizamos y validamos que esa uva procede de Rioja y entra en el sistema de elaboración de Rioja”, añade el auxiliar, quien ha recibido, al igual que el resto de veedores, formación previa del Consejo Regulador. También contemplamos cómo Javier certifica el tipo de uva (tinta o blanca) que se introduce en la bodega, el grado, la calidad (si está apedreada), etc.

A continuación, el agricultor acude a depositar la uva en su respectiva tolva, al menos en el sistema que utiliza Marqués de Cáceres, y de regreso realiza el pesaje de vacío para calcular la tara y con ello el neto de uva. Y es que además de la calidad, una de las misiones fundamentales del veedor o auxiliar de vendimia es certificar que se cumplen los cupos de volumen que permite la DOCa Rioja. Así, una vez pasada por la máquina la tarjeta que cada agricultor posee con su cantidad de producción autorizada, se emite un documento que autoriza y justifica el proceso.

Entre remolque y remolque nadie esconde que está siendo una vendimia singular por lo irregular. “La calidad es buena, los racimos pesan, tiene grado suficiente y van bien de color; pero sí que es cierto que va a ser más larga que el año anterior, que en apenas 13 días se hizo y, sobre todo, que dentro del mismo pueblo, incluso de la misma zona, hay parcelas que están más adelantadas que otras; las tormentas del principio de verano fueron clave”, explican los miembros del equipo de la bodega de Cenicero. Ellos también indican que no solo se introduce uva en remolque, también mosto en cisterna y uva en cajas, en este caso de la llamada vendimia seleccionada que va destinada a la elaboración del vino ‘Gaudium’, el más prestigioso de Marqués de Cáceres.

Buen ambiente entre bodega y agricultores

El momento de entrega de la uva es, al fin y al cabo, una fase en la que el agricultor siente que su tarea está culminada y eso se percibe en el tono, en general, distendido. “A medida que van terminando su vendimia algunos nos traen cosas: embutido o bombones…”, cuentan sonrientes Marta y Jaime, mientras nos ofrecen una chocolatina de una caja que tienen allí. Pero es hora de comer y de controlar el peso… de Eugenio Sagredo.

En esa muestra de buen ambiente, desde la oficina de recepción se hace una pequeña ‘apuesta’ de cuánto pesa Sagredo, mientras este se baja de su tractor que está ubicado en la zona de la báscula. ¿80?, ¿100? La romana ya lo ha chivado, queda que el propio interesado lo admita cuando vaya a por su documentación… “¿Sagredo, sabes cuánto pesas?”. Y no se esconde. “Pues… unos 101 kilos”. No mienten ni él ni la báscula. Y todos lo celebran con risas.

Sagredo lleva más de 30 años ‘metiendo uva’ en Marqués de Cáceres. “Toda la vida, desde que empezaron a elaborar”, subraya. Él, como la mayoría de los que entregan la uva en esta bodega, son de “Cenicero, city sin ley”, como él mismo define jocosamente a su pueblo. Y quizás porque tiene bagaje en la materia puede valorarlo: “La vendimia ha dado un giro de 180 grados en todos los aspectos: ahora es más suave, el transporte de la uva no tiene nada que ver…”. Es hora de despedirse y de la pregunta del millón de Sagredo. “¿Maja, y esto dónde sale?”. “Diario de Vendimia, en NueveCuatroUno”. “Le diré a mi hijo que me lo ponga en el teléfono”. Que así sea.

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