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Gracias, Urdiales

No hace falta estar media hora con el toro, no hace falta aburrir a las ovejas. Este domingo en Las Ventas, última corrida de la Feria de Otoño, Diego Urdiales ha demostrado que se puede poner boca abajo la Plaza con cuatro series plenas de torería y de autenticidad. No son necesarias posturas chulescas y aflamencadas frente a un toro para decir lo que se tiene que decir en la arena. Diego Urdiales ha demostrado que se puede estar frente a un toro con la mayor naturalidad, y que esa forma tan espontánea, tan falta de crispación o de afectación da aún mayor valor a lo que se está haciendo.

Diego Urdiales ha puesto en claro en Madrid los argumentos del toreo eterno, del cite en el sitio, de no ceder la posición al toro, de hacerle girar alrededor del torero a base de mando y de temple: dos series de redondos, dos series de naturales, un cambio de manos por detrás, tres ayudados por bajo, tres pases por alto, un pase de trinchera y otro del desprecio son argumentos suficientes como para franquear la Puerta Grande de Madrid al que lo haga, a condición de que, como decían los antiguos, aquello se haga con arreglo a las normas del arte, que no son otras que parar, templar, mandar y cargar la suerte en acertadísima definición de Domingo Ortega.

Diego Urdiales ha calentado la fría tarde madrileña a base de clasicismo, de naturalidad, de torería, con una de las tres faenas mejores que se han visto en Madrid en lo que llevamos de siglo XXI que sirve perfectamente para destrozar por completo los ventajistas principios del neotoreo. Muchos jóvenes aficionados habrán visto torear por primera vez en sus vidas, y es difícil que esa primera serie de naturales se olvide fácilmente, porque sencillamente es imposible estar mejor.

Después del triunfo apoteósico, después de la segunda vuelta al ruedo pedida por aclamación, cuando Diego Urdiales estaba ya en el callejón esperando a que acabase el festejo y un grupo de sus amigos le sacase por la Puerta Grande, se oyó una voz desde lo alto que clamó “¡Gracias, Urdiales!”. Pues eso: Gracias.

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