El Rioja

Hoy vendimiamos… mazuelo para el proyecto de Javier Arizcuren

Javier Arizcuren trabaja con mazuelos nacidos en Quel, a los pies del monte Yerga | Foto: La Cueva Estudio Audiovisual

Sierra de Yerga, Quel. Allí cuida sus viñedos Javier Arizcuren y desde allí, hasta su bodega urbana urbana de Logroño, transporta sus uvas. Viñas familiares de mazuelo y garnacha que está sacando poco a poco del desánimo y el letargo en el que han vivido durante años sometidas a la dictadura del tempranillo. Reivindica las bondades de estas variedades perfectamente adaptadas a una zona de enorme prestigio, la falda del Yerga.

Javier, que divide su tiempo entre dos pasiones, la arquitectura y la enología, se ha hecho cargo de este proyecto de viñedo familiar, “es el viñedo que trabajaba mi padre y antes mi abuelo. Lo que he hecho es dar un paso más y dejar de ser únicamente viticultor para cerrar el círculo al elaborar mi vino con mis viñas”. Para ello trabaja cuatro parcelas que ha seleccionado para lo que él llama ‘Proyecto Arizcuren’.

Son tres hectáreas en total escogidas para marcar el carácter diferencial de los vinos de Quel. Elabora unas 7.000 botellas: 4.500 del Solomazuelo y 1.500 del Sologarnacha; las mil restantes son ‘pequeños juegos’ de Javier, variantes sometidas a crianza en ánforas. “Quiero hacer nuevas cosas, como elaborar una parcela que tiene cinco variedades para viñedo singular. Creo en la idea de viñedos singulares como una nueva orientación, un camino por explorar”.

“Es un concepto más entendido fuera que en España, pero necesario para dar cabida a proyectos innovadores que tienen otra forma de trabajar. Un movimiento que parte del mercado lleva tiempo esperando de Rioja, con el foco puesto en el viñedo y en la viticultura”. Y pone como ejemplo una cita de Álvaro Palacios, textual del alfareño: “Cuando un tipo en la Quinta Avenida de Nueva York abre una botella de un Borgoña top de una finca concreta, piensa que está bebiendo un vino único, superespecial, tocado por la mano de Dios”. “Hay que entrar en ese segmento del mercado”, concluye.

“El mazuelo de mi familia”, la niña bonita de Javier a la que siempre vuelve, “viene de un viñedo concreto llamado La Cantera. Una hectárea que plantó mi abuelo hace 32 años. En Quel antes no había casi tempranillo, pero esa fiebre de los ochenta pudo con todo. Hay poco mazuelo en Rioja porque para el agricultor ha sido mucho más rentable plantar tempranillo. Y mi pueblo no ha sido una excepción. Esta zona del Cidacos es ideal para que las variedades de ciclo largo desarrollen finura”.

¿Por qué está el mazuelo desapareciendo? “Porque es una variedad más difícil de trabajar que otras, es muy sensible al oídio, a la ceniza, y eso obliga a estar más encima del viñedo. Se suele vendimiar a la vez que el tempranillo para darle acidez, pero si se recoge pronto llega con verdor y rusticidad. Necesita madurar bien y para ello exige más tiempo y ser plantado en suelos pobres, porque es muy vigoroso. Un mazuelo a 8.000 kilos hectárea es algo mediocre, y a 5.000 se convierte en una delicia. No hay excepciones. Quede claro que no es problema de variedad, es problema de cómo se maneja”.

Una casta, seamos claros, algo olvidada en Rioja, “pero ves que en el sur de Francia hacen unos mazuelos increíbles, y en Cerdeña son maravillosos. También en California y Chile. Es la grandeza de la cariñena, que así se llama fuera de Rioja, que triunfa en Priorato con vinos que en muchos casos superan los 100 euros de precio”. Nuestro mazuelo ocupa 1.260 hectáreas en toda la DOCa, suponiendo un 2,13 por ciento del volumen total del ‘viñedo tinto’.

Y aquí llegamos a un punto cardinal del ‘Proyecto Arizcuren’, la Sierra de Yerga. “Quel forma parte del entorno de la Sierra de Yerga. Va desde Yerga hasta Gatún, los dos montes que limitan la zona. Mis viñedos están en cotas que van de los 500 metros a los 800 en la ladera del monte. Ladera orientación norte con suelos bastante pobres de secano con muchísima arena y algunas zonas con canto rodado, con bastante piedra y baja fertilidad. Ideales para variedades vigorosas como el mazuelo o la garnacha”. Cómo sabían los abuelos lo que plantaban antes de que el tempranillo se convirtiera en moneda de cambio de muchas cosas.

“Son suelos tan interesantes”, insiste el viticultor queleño, “que en el año 82 Quel tenía la mayor superficie de viñedo prefiloxérico de toda La Rioja, y esto era así por el suelo arenoso del pueblo. Había 64 hectáreas. ¿Dónde están? Arrancadas, sí, Fernando, arrancadas. Sólo quedan dos hectáreas. Hemos aniquilado un patrimonio vinícola increíble, aunque creo que todavía estamos a tiempo de parar y de trabajar con ese material vegetal para las generaciones que vienen. ¿Qué mejor regalo podríamos hacerles?”.

Para el final, Javier deja abierto el camino a nuevos proyectos: “Aunque por lo que hago suene extraño, soy un gran defensor de los vinos de mezcla y creo que mi mejor vino está por hacer cuando me decida a ensamblar distintas variedades de Rioja. Es lo que ha hecho grande a nuestra tierra, y es un camino que antes o después recorreré”.

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