San Mateo

Logroño rechaza en masa la violencia machista en San Mateo

Varios cientos de personas participan en la concentración contra las agresiones sexuales durante las fiestas

Varios cientos de personas se han reunido en la noche de este martes en la Plaza del Mercado de Logroño para condenar las agresiones sexistas que se han registrado en el arranque de las fiestas de San Mateo de la capital riojana.

En torno a una pancarta en la que podía leerse ‘Feminismo, hermanas para no morir’, los manifestantes han abogado por “dejar de mirar hacia otro lado” para que la sociedad deje de legitimar este tipo de agresiones  y han criticado unas fiestas “patriarcales, taurinas y cargadas de testosterona, con el toque distintivo de esta comunidad claro, la explotación de temporeros en estos precisos momentos que para el resto son de fiesta en la tierra del vino”.

Instantes después de que representantes del colectivo feminista Mujeres EnRe-Beldía leyeran un manifiesto, han invitado a cualquier mujer que haya sido víctima de violencia machista durante las fiestas a que compartiera en público su experiencia “para que vean que no somos unas exageradas”.

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EL MANIFIESTO

“Hoy estamos aquí para denunciar las agresiones machisas perpretadas en esta ciudad en los pocos días que llevamos de fiestas. Tres mujeres, dos de ellas menores de edad, han sido agredidas sexualmente por hombres adultos. En el centro de esta ciudad, a diferentes horas, da igual.

Nada frena a los agresores porque se sienten con el derecho y la legitimidad de saciar sus deseos sexuales ejerciendo todo el poder y la violencia que consideren necesario. Hombres que ven el cuerpo de las mujeres como un objeto de placer y consumo, hombres que se creen con el poder (y se lo creen porque lo tienen) de agredir y violar impunemente, porque si quieren algo, simplemente, lo cogen. Hombres que no admiten un no por respuesta, porque si dices no, te arrastro, te rompo la boca, te acoso, te persigo, hasta que ya no puedas decir nada.

Podemos seguir sin querer ver ni oír, pero los agresores, los violadores, los maltratadores, sienten esa legitimidad porque el sistema, la sociedad, les ha legitimado. De forma especial en días festivos como éstos, en los que nadie quiere ver enturbiado su propio oasis de evasión, el disfrute propio, el nombre de su ciudad, o el del género al que creen pertencer.

Y es que aquí, la complicidad entre varones, juega un importante papel. Dejemos de mirar para otro lado, de minimizar las agresiones que observamos día tras día, de reír las gracias machistas que inundan nuestra cotidianidad, dejemos de culpar a las mujeres que deciden buscar compañeras con las que poder alzar la voz y decir basta. Dejemos de proteger a los agresores, para muchas ya es demasiado tarde, pero que no lo sea para las todas. Que las más pequeñas no tengan que sentir miedo ni culpa, que puedan vivir en libertad. Y esto depende de nosotras, de vosotros, de todas y todos.

Denunciamos todo tipo de violencia contra las mujeres y personas LGTBI+. Desde las agresiones más virulentas hasta las violencias más subliminales, cotidianas e invisibilizadas que en fiestas aumentan en un elevado número, así como su tolerancia y justificación. El cuerpo de las mujeres se convierte en una parte más de las fiestas, pareciera estar para uso y disfrute masculino. Y esto es algo sostenido y reproducido por el sistema y sus diferentes instituciones, que han logrado que se asuman comportamientos de abuso como normales, al hacer del cuerpo de las mujeres un objeto de consumo día tras día, imagen tras imagen.

Denunciamos la culpabilización a la que se somete a las víctimas desde las mismas instituciones que ahora sacan campañas, desde los medios de comunicación, desde los juzgados, que tantas veces hacen recaer el peso de la responsabilidad de las agresones machistas en ellas, en su forma de vestir, su estado de embriaguez, en sus comportamientos sexuales o en las horas a las que andaban por la calle. Las fiestas, la noche, siguen si poder ser vividas en igualdad de condiciones que los varones, siguen siendo espacios que solo ellos pueden ocupar de forma segura. Mientras sean las conductas de las víctimas las juzgadas y no la de los agresores, seguiremos reproduciendo tanto la violencia machista como la legitimidad social con la que cuentan este tipo de abusos.

Estamos ante unas fiestas, como tantas otras en el Estado español, patriarcales, taurinas y cargadas de testosterona, con el toque distintivo de esta comunidad claro, la explotación de temporeros en estos precisos momentos que para el resto son de fiesta en la tierra del vino. La violencia, por lo tanto, recorre las fiestas de la vendimia de principio a fin. En una ciudad en la que la derecha, sus políticas neoliberales y el conservadurismo católico más rancio nos aplasta el resto del año parece que esta semana diera una tregua a sus gentes y visitantes que desean llegar al éxtasis porque esta semana todo vale, que se desahoguen a costa de lo que sea, incluso de las mujeres.

El año pasado la presión social llevó a que este Ayuntamiento hiciera una pseudocampaña contra las agresiones sexuales, una campaña sin contar con las organizaciones feministas de La Rioja, una campaña a todas luces improvisada y vacía de contenido. Este año, una vez más, volvemos a presenciar el mismo espectáculo, dos mesas informativas con horarios limitados y una información aún más limitada, y 10.000 vasos con mesajes impresos.

Además, hemos tenido que escuchar al señor Miguel Sáinz, concejal de seguridad ciudadana del Excelentísimo Ayuntamiento de Logroño, decir que “no estamos exentos de incidentes como este, protagonizado por una persona que lógicamente no está en condiciones”, calificando los hechos como “la excepción que confirma la regla”.

En un intento burdo de despolitizar la violencia contra las mujeres, de que no veamos las raíces estructurales de las agresiones sexuales, de intentar volver a esconder en el ámbito privado la violencia patriarcal. Tristemente no nos sorprende, necesitan que creamos que se trata de casos aislados, que pensemos que los agresores son personajes enfermos, monstruos… que nada tienen que ver con un sistema capitalista y patriarcal que las propias instituciones producen y reproducen. Necesitan no hacerse cargo de su complicidad pero, sobretodo, necesitan que nosotras no entendamos nada.

Eso es todo lo que vale nuestras vidas y nuestra libertad sexual, como si las políticas que ejecutan durante todo el año no fueran otra forma de violencia contra las mujeres, como si la violencia institucional no existiera. Está claro que la doble moral institucional, que se balancea entre limpiar la cara de unas fiestas en las que el sexismo campa a sus anchas y negar los derechos de las mujeres, no va a ser la solución.  Como dice Audre Lorde, “las herramientas del amo, nunca destruirán la casa del amo”.

Necesitamos un sistema educativo que forme personas, pero esto no es así. No existe la educación afectivo sexual en las escuelas, aprendemos a relacionarnos a través de mitos perversos como el del amor romántico que nos somete y nos mata todos los días. Aprendemos a relacionarnos sexualmente a través de la pornografía, en la que unos someten y otras son sometidas y explotadas.

Se siguen financiando con fondos públicos colegios que segregan por sexo, que imparten una educación diferenciada y que introducen la doctrina católica como materia evaluable. Una doctrina que sigue recomendando sumisión, comprensión y paciencia ante las agresiones machistas.

Ninguna campaña institucional que no esté enraizada en serias medidas educativas y legislativas enfocadas a destruir la raíz del problema, el heteropatriarcado, no es sino un parche más. Y esto es incompatible con sus políticas institucionales fascistas, ultracatólicas y neoliberales, que no hacen sino empobrecer a la mujeres, privarnos de los derechos sobre nuestro cuerpo y fomentar aún más valores discriminatorios, sexistas, homófobos y racistas.

La solución, sin duda, está en la autodefensa feminista y la autoorganización. Como así se ha demostrado en uno de estos casos de agresión, en el que las mujeres que se encontraban en ese lugar no dudaron en ir a por él. Cuando las mujeres nos sintamos con derecho a defendernos y legitimadas para hacerlo, sintiendo el apoyo de nuestras compañeras y compañeros, será cuando podamos ir seguras por las calles.

Así pues, nosotras seguiremos haciendo lo nuestro, que es luchar y reivindicar que las fiestas, las calles y las noches son nuestras, y que nuestro cuerpo es nuestro, siempre. Llamamos a la sororidad, a la unión y apoyo entre mujeres y todas las identidades LGTBI+. Esta es la única manera de sentirnos tan fuertes como somos, salir en manada y que el miedo, por fin, cambie de lado.

POR UNAS FIESTAS SIN AGRESIONES MACHISTAS,

¡SOLO SÍ, ES SÍ! ¡AUTODEFENSA FEMINISTA!”

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