Universidad de La Rioja

“Con la excusa del caso Cifuentes, ahora las universidades tampoco se libran: corruptas todas”

El rector de la UR, Julio Rubio, defiende la universidad pública tras el ‘caso Cifuentes’

La Universidad de La Rioja ha celebrado este lunes el acto conmemorativo del XXVI Día de la UR, con motivo del aniversario de la aprobación de la Ley de Creación en 1992, reconociendo a los mejores expedientes académicos, a los mejores deportistas y al personal jubilado en el último año académico.

El rector Julio Rubio ha aprovechado la efeméride para defender el funcionamiento de las universidades españolas, en especial de las públicas, tras el caso del máster presuntamente regalado a la expresidenta de Madrid, Cristina Cifuentes.

“En primer lugar, del ‘todos los políticos son iguales’ hemos pasado al ‘todos son iguales’ (periodistas, jueces, etcétera) y con la excusa del caso Cifuentes ahora también ‘ah, y las universidades tampoco se libran: corruptas todas'”, ha señalado.

El discurso completo del rector Julio Rubio

Querida comunidad universitaria,
 (que comprende a estudiantes,
personal de administración y servicios y personal docente e investigador), 
queridas familias, amigas y amigos:

Quiero comenzar agradeciendo las intervenciones de todos los que me han precedido en el uso de la palabra y, en particular, la de Pedro Araúz. Él ha mencionado con amabilidad y elegancia a nuestros compañeros, pero se ha olvidado de sí mismo. Él es lo que yo denomino uno de los precursores, de los que hacían universidad en La Rioja, antes de la creación de la Universidad de La Rioja, y después ha sido importante como académico y como gestor en nuestra universidad. Y, ahora, y en esto coincide con el resto de nuestros jubilados, va a seguir muy activo, pero de una forma más relajada, sin las presiones de los horarios y el papeleo. Gracias, Pedro.

Esta es la tercera ocasión en la que tengo que hablar en el día de la Universidad de La Rioja. Cuando preparé mi primer discurso, nada más tomar posesión como rector, recuerdo que pensé: ¿cómo voy a decir algo interesante? Y también, una vez que mal que bien logre armar discurso: ¿cómo haré para no repetirme cada año?

Qué duda cabe que actos como este tienen algo de ritual, algo de estacional, que se debe repetir. Tampoco es menos cierto que, aunque el acto es en esencia el mismo cada año, los actores varían. Y cada uno recibe los honores por primera y última vez.

Pero, más allá de esa reflexión general, la verdad es que la actualidad da temas de los que hablar sin tener que esforzarse. Si en el primer año la cuestión candente era la de los refugiados, que tristemente continúa abierta, aunque ha perdido parte de su impacto mediático, y el segundo coincidió con el vigésimo quinto aniversario de la Universidad, en este año, en las últimas semanas, hemos asistido a un intento de deteriorar la imagen de las universidades públicas.

Al hilo del caso de la ex presidenta de la Comunidad de Madrid, se ha puesto en cuestión la honorabilidad de las universidades. Y en dos sentidos. En primer lugar, del “todos los políticos son iguales” hemos pasado al “todos son iguales” (periodistas, jueces, etcétera) y con la excusa del caso Cifuentes ahora también “ah, y las universidades tampoco se libran: corruptas todas”.

En segundo lugar, el foco ha estado puesto en las universidades públicas. Es bien sabido que las universidades privadas estando, por su propia naturaleza, libres de muchos de los controles públicos y de la obligación de transparencia que tenemos nosotros, han tenido que convivir con sospechas de que algunos de sus títulos no se otorgaban por méritos académicos, sino por la influencia o la aportación dineraria que hace funcionar el negocio. Y ahora, se nos venía a decir, las universidades públicas demuestran que sus modos de funcionamiento son similares: corruptos todos.

No es el momento de explicar detalladamente mi opinión sobre todo este asunto, ni tampoco quiero que se lleven la impresión de que minimizo la importancia del llamado caso Cifuentes. Nada más lejos de mi intención que, en un ejercicio de corporativismo, justificar cualquier actuación de un funcionario, por muy colega que sea, por muy rector que sea. Pero sí quiero trasladarles la respuesta que he dado cuando los medios de comunicación me han planteado las siguientes preguntas: ¿Se ha deteriorado la imagen de las universidades públicas? ¿Valen ahora menos los títulos de grado y máster que hace unos meses?

Y la respuesta rotunda que he dado es: No. No ha habido deterioro ninguno. Y déjenme hablar por la institución que en este momento tengo el honor de representar: en la Universidad de La Rioja se hacen las cosas bien. Aquí no se regala nada. Aquí no nos dejamos influir por nadie. Aquí la única influencia es la de la capacidad y el esfuerzo. La de la ciencia y el conocimiento. Estáis en una universidad pública, la que ha hecho, junto al trabajo de toda la sociedad y las aportaciones de los contribuyentes, avanzar a España a las mayores cotas de modernidad y bienestar que ha tenido nunca.

Ya sé que este mensaje en realidad, ante este público, sobra. Vosotros habéis trabajado y seguís trabajando aquí. Estamos honrando a los mejores deportistas y estudiantes. Vosotros sabéis mejor que nadie lo exigente de la carrera, la dificultad de los exámenes, el rigor del profesorado.

Mas tal vez en la alegría del reconocimiento y del premio no sois completamente conscientes de lo que habéis aportado. Sentid un legítimo orgullo de lo que habéis realizado, de una vida dedicada al servicio público, de haber terminado con brillantez vuestros estudios.

Sentid orgullo de ser parte de la Universidad de La Rioja, ya para siempre. Difundidlo, defendedla, que nadie dude nunca de nuestra probidad y de nuestra entrega a la docencia y a la investigación. Sentid orgullo de nuestra universidad pública, al igual que la Universidad de La Rioja se siente orgullosa de vosotros.

Muchas gracias.

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