La Rioja

“Cuando alguien quiere un producto que no tenemos, espera 15 minutos y se lo lleva”

Mucho antes de que los programas culinarios coparan el ‘prime time’ televisivo y de que surgieran tendencias como la cerveza artesanal, en La Rioja ya surgió un negocio con la apuesta de un producto fresco y artesanal como bandera. Corría el año 1993 y Daniel Somalo, un camerano de Brieva emigrado a Argentina con 7 años volvía a Logroño para convertirse en el pionero de la pasta fresca en la región con Gisela.

Cuatro años más tarde se dio cuenta de que su obrador de la calle Rey Pastor se le había quedado pequeño y decidieron complementarlo con una tienda de venta directa al público en Pérez Galdós que a día de hoy sigue siendo un referente en la comida preparada de la zona y una prueba más de lo que el comercio que está al lado de casa es capaz de ofrecer al ciudadano.

“En 1985 le compré una fábrica de pasta en Argentina a un señor italiano que se jubilaba y que me enseñó a elaborarla”, recuerda, subrayando que cuando regresó a España ocho años más tarde “nadie elaboraba pasta fresca en La Rioja más que nuestro obrador”.

No estaba solo en esta aventura. Su esposa, a la que conoció en su país de acogida, y sus hijas se embarcaron en el reto de incluir la pasta fresca en la dieta diaria de los riojanos. “Aquí fabrico apenas un 10% de la pasta que hacía en Argentina, pero las pizzas se venden mucho más aquí, porque allí cualquiera elabora su propia masa”, sostiene Somalo.

Mucho ha cambiado también el panorama de la competencia en las últimas dos décadas, si bien es algo que no preocupa en el negocio: “No hay ningún otro comercio en La Rioja que haga lo que hacemos nosotros; la masa es completamente fresca y usamos los alimentos más frescos del mercado”. “Con los ingredientes que le pongo a una pizza Casa Tarradellas te hace cuatro”, añade.

Pros y contras de trabajar en familia

Daniel Somalo sostiene que la principal ventaja de un comercio familiar como el suyo es que “tienes más confianza y sabes que el producto sale como tiene que salir”. Aunque, en el otro lado de la balanza, valora que “lo malo es que al llegar a casa no tienes ya nada que contar porque pasas todo el día con los tuyos”. A todo eso, su hija Silvia añade mientras atiende a la clientela en la tienda de Pérez Galdós que “también hay pequeños roces porque en familia se dice siempre todo lo que se piensa”.

Silvia destaca dos de entre todas las fortalezas de su negocio: calidad y trato cercano. “No utilizamos ningún producto congelado y si la gente viene buscando un producto que no tenemos le pedimos que espere 15 minutos y se lo hacemos para que pueda llevárselo”, explica.

Relevo generacional

Los recuerdos se le acumulan a Daniel Somalo cuando echa la mirada atrás y se transporta a los primeros años de actividad: “Cuando mis hijas eran pequeñas hacían carreras para ver quién hacía antes una pizza; el beneficiado era yo, que cerraba siempre antes de hora (risas)”.

Sobre si llegará el momento de que una tercera generación tome las riendas del negocio, hay buenos mimbres pero aún es pronto para asegurarlo: “Tengo un nieto que ya está metiendo la mano en las pizzas cuando viene; me haría ilusión que siguiera la tradición familiar, pero nunca se saben porque es él quien tiene que decidirlo”.

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