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Bienvenido Mr. Froome

Como en ‘Bienvenido Mr. Marshall’, la ciudad de Logroño aguardó con tiento la llega de los mejores ciclista del momento a La Rioja. Desde el pasado domingo comenzó a transformarse la capital con el objeto de que nada fallase para que los aficionados pudiesen vivir ‘in situ’ el frenesí de la máxima velocidad sobre dos ruedas con el único impulso del pedaleo.

Pero se acabó. Es lo que tienen las etapas de la Vuelta a España. Que el efecto champán hace que solo un par de horas acabada la etapa la ciudad casi no note que ha vivido revolucionada las 24 horas anteriores. Mucho más si la caravana toma las de Villadiego, literalmente, porque desde ahí saldrán mañana.

Los logroñeses han acompañado en masa la última contrarreloj de Contador, que además tiene nombre de bodega, y la victoria/sentencia de Froome, que salvo adelanto sorpresa del Brexit, seguirá de rojo hasta Madrid. Otra parte de los logroñeses ha vivido en una pura queja durante toda la jornada en las redes sociales porque, es cierto, circular por algunas calles como la Avenida de Colón ha sido insufrible. Y hasta los ha habido que se han vestido de amarillo para protestar contra la alcaldesa.

Volviendo a los pedales, no hubo incidentes de consideración ni grandes sorpresas en lo estrictamente deportivo. Nadie corrió más que Froome, como era de esperar, y el británico encargó desde El Espolón que vayan grabando su nombre en el trofeo, que ya pasará por Madrid a recogerlo este domingo.

Son muchas las imágenes que deja el fin de etapa en Logroño, pero ninguna de tanto valor como la llegada de Chris Froome a meta. El tetracampeón del Tour despeinó a todos a su paso. Menos mal que la tecnología permite estirar el tiempo como si de un chicle se tratase y, así, poder degustar cada detalle de la estética en su pedaleo.

En algún grupo de Whatsapp se preguntaban a media tarde si la juerga la había pagado Logroño o Viana, a medida que comprobaban que la localidad navarra acaparaba planos de la retransmisión televisiva. Pero es que no todo puede ser perfecto.

Una contrarreloj de La Vuelta es una buena cosa para la promoción de la ciudad, aunque a la misma hora Gasol y compañía estuvieran sudando más de lo previsto ante Croacia. Una vez al año (o cada dos años), no hace daño.

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