La Rioja

Contrebia Leucade: el rincón más deseado de La Rioja para celtas, romanos y visigodos

 

En el extremo más meridional de La Rioja, allá donde se perfila la linde con Castilla y León, existe un enclave que ha sido testigo de las ansias territoriales del ser humano desde hace hace casi dos milenios y medio.

 

A las afueras de Aguilar del Río Alhama se erigen, en medio de un paisaje agreste, los restos arqueológicos de Contrebia Leucade. Ciudad celtibérica en su origen (desde el siglo III antes de Cristo), romana tras un arduo asedio doscientos años después y visigoda en última instancia (hasta el siglo IX), las continuas batallas por el control de la villa se explican desde su ubicación estratégica.

Contrebia Leucade | Reportaje fotográfico: Clara Larrea ©

Contrebia Leucade | Reportaje fotográfico: Clara Larrea ©

Punto obligado de paso en el trayecto que comunica el norte con la meseta, los celtas no dudaron en cavar sobre la roca todas las ‘comodidades’ que les fue posible para asentarse en el terreno. Paseando entre lo que en su momento fueron concurridas calles aún es posible contemplar las rodadas de carruajes, las cuevas horadadas a modo de despensa o cuadra y las canalizaciones para nutrir de agua a todas las viviendas de la villa.

Existe, incluso, un pozo no visitable por el público por razones de seguridad que perfora la piedra hasta alcanzar el nivel freático del Alhama. Una obra de ingeniería que permitió resistir a los prolongados asedios con un suministro ilimitado de agua y evitar, de paso, que el enemigo pudiera envenenar los otros puntos de abastecimiento de la ciudad, que llegó a ocupar 12 hectáreas de terreno, cuatro más que la cercana Numancia.

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El universo vitivinícola no resultó ajeno tampoco a los pobladores de Contrebia, donde se conservan los dos lagares más antiguos de La Rioja, con más de 2.400 años de historia. La vieja ciudad guarda también otras curiosidades, como la construcción de viviendas en diferentes siglos, unas sobre otras, para aprovechar el firme allanado por las civilizaciones precedentes.

Aunque sin duda, lo más impactante de la visita a este enclave arqueológico lo encontraremos al llegar a la zona más elevada de la ciudad. Atravesando la puerta amurallada de Contrebia basta con echar un vistazo alrededor para comprender hasta qué punto se esforzaron sus habitantes en garantizar su seguridad ante los ataques enemigos.

Al levantamiento de una muralla que alcanzó hasta cuatro metros de altitud hay que sumar el foso cavado bajo sus pies. Un tajo que se fue horadando en la montaña durante décadas y décadas a base de pico y pala para dejar en clara desventaja a los visitantes menos deseados.

Merece la pena visitar el centro de interpretación de Contrebia Leucade antes de explorar ‘in situ’ el terreno. Aunque con fines bien distintos a los de antaño, la relevancia de la ciudad sigue estando vigente. No ya como enclave de obligado paso para efectuar largos trayectos, sino como ejemplo de lo que el hombre es capaz de trabajar para adaptarse a un territorio y para minimizar el impacto de los ataques enemigos.

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