La Rioja

El pescadero que salió del cuartelillo para repartir el género por La Rioja Alta

En España hay 1.200 pueblos en riesgo de desaparecer. Y comarcas españolas donde la densidad de población es de 1,63 personas por kilómetro cuadrado, menos que en las zonas más despobladas de Laponia o de Siberia. ¿Qué haría usted si su pueblo no dejara de perder habitantes? Hay quien elige llegar donde nadie llega. Panaderos, maestros, curas, conductores de autobuses de línea, pescaderos hacen cientos de kilómetros al día, trabajan y viven en el medio rural más deshabitado. Sin ellos muchos pueblos ya no aparecerían en el mapa.

Con calamares de Tarifa, salmón de Dinamarca o rape gallego cargado en su camión, Javier recorre catorce pueblos de La Rioja Alta. Era Guardia Civil y aparcó la moto para repartir pescado en una de las zonas más despobladas de España. Sólo de esa manera los vecinos de aldeas remotas pueden hacer caso al médico y meter en su dieta menos carne y más espina.

La pescadería de Ana, su mujer, lleva 34 años funcionando en Haro de manera familiar (abuelos, primos, cónyuges…). Cuando empezaron, había doce, ahora sólo quedan tres. ¿La culpa? Las jubilaciones y la fuerte competencia de los supermercados. Son los únicos que venden pescado de manera ambulante en pueblos donde apenas queda gente viviendo: “Casi no compensa, pero llevas tantos años haciéndolo y estás en una edad que tienes que hacerlo. No te queda otra”.

“Estas profesiones están en decadencia”, apunta Javier, señalando que “no hay jóvenes en los pueblos”. “Sólo ves gente mayor, a partir de 75, 80 años…”, añade. San Asensio es su primera parada (paga casi doscientos euros de cuota anual para poder vender en la localidad). Hasta su camión se acercan varios “peroleros” a hacer sus compras. ¿Cómo es la vida en este pueblo? “Como un pueblo de campo: tranquilidad, la mayoría vive de la uva y casi nunca pasa nada”, contesta una vecina.

La siguiente parada en el reportaje es la plaza de Ollauri. Ahí están Flor, Merche… Antes había una pescadería en el pueblo, pero el negocio iba mal y cerró. “Aquí vivimos de la agricultura y las bodegas. Mi hijo trabaja en una bodega y el otro en el campo. ¿De qué vamos a vivir? Yo soy de Madrid y llevo aquí 42 años, pero estoy muy aburrida. Al principio, no te enteras, pero es horroroso, mejor la ciudad para algunas cosas como ir al teatro, ir al cine…”.

Otra plaza que recibe a Javier: Zarratón. Allí una vecina cuenta que no podría comprar el pescado si no llegara el camión de este exguardia civil: “Vamos teniendo ya que comer más pescado porque la edad ya… te lo pide. Ya lo dice siempre la médica: más pescado que carne, más pescado que carne. Y tiene razón”. En el siguiente pueblo riojalteño no hay clientela: “Ya ves que estos pueblos están en declive. A lo mejor te salen dos, tres o cuatro, pero días con suerte. No merece la pena, pero yo creo que ya casi es amor. Está todo desierto”.

Y con las mismas, hasta la siguiente localidad. Pili espera al pescadero con su hija, la primera niña con la que se encuentra Javier en su ruta. “Tenemos servicios como médico, trabajadora social, asistencia a domicilio… creo que no estamos tan mal”, concluye otra vecina, al tiempo que Javier reflexiona que ha sido un día con suerte: “Empieza a llover, si cogiéramos ahora los pueblos de por la mañana no tendríamos ni la mitad. La gente mayor se refugia en casa con la lluvia y no sale”.

El reportaje de Javier

Programa completo

Subir