La gran cantidad de logroñeses que por entonces superaban los dos metros de estatura, quizá propiciada por la intensiva ingesta de Pelargón durante su infancia, pulverizaba todas las estadísticas al respecto y garantizaba la disponibilidad de espléndidos portadores de los tan típicos gigantones.
En la foto, la llegada al Arco de San Bernabé del autobús Cariñena-Logroño transportando el vino que se ofrecería en el acto de exaltación del barbo autóctono que se celebraba para honrar al patrón.