El tramo comprendido entre el cuarto puente y la desembocadura del Iregua permaneció cortado al tránsito durante más de ocho meses el año pasado, debido a obras de ampliación y mejora de la depuradora. Además, dio pie a reparar los grandes daños que había provocado la gran crecida del Ebro del mes de febrero.
Tras su reapertura, el pasado mes de noviembre, este sereno pudo comprobar que, si bien se había acondicionado el suelo, los restos de suciedad de la crecida seguían ahí, y además, el bonito vallado de madera que lo separa del río continuaba en varios de sus tramos roto, con la provisional solución de la cinta plástica roja y blanca.
No se acaba de comprender que se hagan las cosas a medias. Y menos cuando han tenido ocho meses para repararlo, y ya pasan otros cinco desde la reapertura.
