Especial Enoturismo

Un enoturismo hospitalario y sostenible al amparo de Izadi

Cuando Gonzalo Antón fundó Izadi en 1987 tenía claro que su bodega tenía que ser un espacio abierto al público, con el mismo espíritu de hospitalidad que él entendía para el mundo de la gastronomía y la hostelería del que procedía. Fue este propósito lo que hizo que esta bodega de Villabuena de Álava fuera de las primeras de Rioja en abrir al enoturismo. Y lo hizo con un objetivo claro: compartir con la gente el conocimiento del mundo del vino y la gastronomía.

Más de tres décadas después, Izadi, una de las firmas de la compañía Artevino Family Wineries, preserva esa filosofía de trabajo por y para el cliente estrechando lazos con este a través de su actividad enoturística. Todo ello sin olvidar su responsabilidad con el medio ambiente del que se nutre y que le ha llevado a obtener la certificación Wineries for Climate Protection (WfCP). El compromiso de eficiencia hídrica y energética, una gestión responsable de los residuos, una viticultura ecológica y un packaging sostenible fueron algunos de los motivos por los que en septiembre de 2023 recibieron el Premio Best Of por Prácticas Sostenibles de Enoturismo.

“Un reconocimiento que te pone en el mapa del enoturismo”, destaca el director de Marketing, Comunicación y Enoturismo de Bodegas Izadi, Iván Pérez. La inquietud, la el respeto a la naturaleza (en euskera el término Izadi significa naturaleza), la sensibilidad y la hospitalidad son los tres cuatro valores sobre los que se erige la actividad en esta bodega: “Transmitimos inquietud porque nos gusta estar siempre innovando, tanto en bodega como en enoturismo, donde fuimos de los primeros en poner un parque de bicicletas eléctricas para visitar los viñedos. Además, el entorno natural en el que nos encontramos es parte del potencial de la bodega, pero es el cliente el que está en el centro de todas las experiencias enoturísticas. Al final, para que el vino siga siendo importante hay que invitar al público a ser partícipe de la cultura de esta bebida para que la sienta como propia”.

Más allá del Wine Bar, donde se pueden degustar los vinos por copa tanto de Izadi como del resto de bodegas de Artevino (en Ribera, Rueda y Toro), la de Villabuena de Álava ofrece un repertorio de experiencias que permiten conocer Izadi desde diferentes entornos y puntos de vista. Por un lado, su visita a bodega: un recorrido completo por las fases del vino a través de los cinco niveles que concluye en un corazón acristalado donde la gastronomía toma presencia.

Izadi guarda otra sorpresa para sus visitantes, esta vez entre cepas. La experiencia El Regalo sobre ruedas es una de las actividades más exclusivas de la firma que aúna naturaleza, deporte, vino y gastronomía. El enclave, además, no podía ser mejor: Finca El Regalo, una viña plantada en 1936 y que ya tiene la categoría de Viñedo Singular. Hasta allí se llega en un cómodo paseo en bicicleta eléctrica de tan solo tres kilómetros para conocer un viñedo único que presume de edad y calidad, con su propia intrahistoria, y que se cultiva en ecológico. Un bucólico escenario donde poder catar el vino con un aperitivo.

Su última apuesta ha sido la visita Secretos de Villabuena, donde Izadi pone el foco en el patrimonio cultural e histórico que posee el municipio con más bodegas por habitante del mundo. Aquí el vino se huele por todas las calles e Izadi anima a conocer alguno de sus rincones más escondidos antes de adentrarse en las pequeñas parcelas a los pies de la Sierra Cantabria y culminar el viaje con una cata maridada con un picnic gourmet. “El vino no vive aislado, sino que es parte de una cultura y Villabuena vive por y para el vino”.

Durante estos meses, sin embargo, toda esta oferta enoturística se encuentra en ‘stand by’ mientras concluyen las obras de reforma en algunas de las instalaciones de la bodega, pero ya tienen fijado septiembre como la fecha de regreso para reencontrarse con su público. Y es que el punto fuerte en Izadi, tal como remarca Pérez, es “la cercanía que tenemos con el visitante, porque apostamos por grupos muy reducidos, de hasta 12 personas, y visitas personalizadas en las que intentamos cuidar mucho la cultura del detalle, atendiendo a sus expectativas y conocimiento del mundo del vino que tenga”.

El desarrollo enoturístico a nivel de región, asegura, se ha profesionalizado bastante en la última década: “A todos los compañeros que están de cara al público se les ha formado ya no sólo en materia de vino, sino también en experiencia del cliente. Se trata de mejorar todos los procesos para que la visita sea más completa y cómoda apoyándonos en el conocimiento del cliente, las experencias personalizadas y la digitalización”.

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