Especial Enoturismo

La voz de la piedra: los muros que ‘encierran’ la historia riojana

FOTO: Fernando Díaz

Viajar por La Rioja es viajar en el tiempo y descubrir que la palabra monasterio viene del griego monasterion, utilizada en la antigüedad para referirse al lugar donde el ermitaño o el monje se alejaba del mundo para vivir en oración con Dios. Espacios que, con los años, se han convertido en reductos destinados al arte y el saber humanista.

Ejemplo de ello es el Monasterio de Valvanera, al que algunos se refieren como ‘la casa de la madre de La Rioja’. Al abrigo de la Sierra de la Demanda, el templo construido entre los siglos X-XIV ha sobrevivido a la furia de tres incendios y a la desamortización de Mendizábal, que en 1839 resignó a la abadía a un estado de total abandono. A día de hoy, se ha convertido en un lugar de retiro y sosiego donde el fluir del agua acompaña el reencuentro consigo mismo.

Y bajo las cumbres del San Lorenzo, en el valle del Cárdenas, en San Millán de la Cogolla, se ubican los monasterios de Suso y Yuso, declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO por razones históricas, artísticas, religiosas, lingüísticas y literarias. Parada obligatoria de peregrinos y visitantes, entre los muros de este cenobio, hace más de mil años se escribieron las primeras palabras en castellano.

Suso surgió de las cuevas que habitaron los eremitas discípulos de San Millán, allá por el siglo VI, y allí se encuentran los sepulcros de los Siete Infantes de Lara y de su ayo, Nuño Salido, además de los de tres reinas de Navarra: Tota, Elvira y Jimena.

Yuso se construyó en el siglo XI para ampliar el anterior y es considerado como El Escorial de La Rioja. Actualmente no se conserva nada de la primera edificación, sino la obra que comenzó a forjarse en el siglo XVI. Tres naves y un crucero con bóvedas estrelladas conforman una iglesia donde el retablo mayor y la fachada del convento acaparan todas las miradas. Por no hablar de su sacristía, considerada como una de las más bellas de España. Cuna del castellano, sí, pero también un ‘museo’ que alberga auténticas joyas y reliquias.

A poco más de 20 kilómetros de San Millán, a comienzos del siglo XI, el rey de Nájera, Don García Sánchez III, salió de caza por las inmediaciones de su castillo y, adentrándose en el bosque llegó hasta una cueva donde había un pequeño altar con la Virgen y el Niño. Justamente, a partir de ese rincón, se edificó el monasterio de Santa María La Real, que terminó sus obras en 1052 convirtiéndose en sede episcopal y panteón real.

FOTO: Rafael Lafuente.

Desaparecido el Reino de Nájera, el rey de Castilla Alfonso VI entregó Santa María La Real a los hermanos benedictinos de Cluny en el año 1079 y así, varias generaciones de monjes habitaron el monasterio durante la Edad Media. Una etapa oscura y crispada donde la comunidad benedictina custodiaba aquel pequeño mundo en el que vivían entregados al trabajo y la oración.

No hace falta alejarse mucho de la que un día fue capital del reino para encontrarse con el monasterio de Cañas, o también conocido como el monasterio de la luz, -algo tendrán que ver sus grandes ventanales-. Esta abadía cisterciense fue una de las primeras que se fundaron en España, y su construcción se llevó a cabo de manera paulatina diferenciándose tres etapas: la románica, la gótica y la posterior al siglo XVI. Sin duda, una auténtica joya del patrimonio riojano cuya majestuosidad no deja indiferente a nadie.

Una comunidad y tres catedrales

Bajo el amparo de una sola diócesis, La Rioja cuenta con tres catedrales, la de Calahorra, Logroño y Santo Domingo de la Calzada. La primera, edificada entre los siglos XV y XVIII y ubicada a orillas del río, cuenta con dieciséis capillas con sus correspondientes retablos que presentan variedad de estilos y formas diferentes. Además, destaca en el exterior la puerta de San Jerónimo, construida a lo largo del siglo XVI y que combina el plateresco, gótico, renacentista y manierista.

En pleno corazón del casco antiguo de la capital riojana se ubica el templo declarado monumento nacional en 1931 y que el Papa Pablo VI elevó a la categoría de concatedral en 1959. Se levantó allá por 1435 sobre una primitiva iglesia románica y el nuevo templo comenzó a construirse a inicios del siglo XVI. En ella, la majestuosa capilla barroca de Nuestra Señora de los Ángeles, sus dos imponentes torres gemelas o auténticos tesoros de pinturas y esculturas religiosas, retablos y rejerías. Ejemplo de ello, ‘El Calvario’ de Miguel Ángel.

La de Santo Domingo es una verdadera obra de arte donde se combinan la arquitectura, la escultura y la pintura. Fue consagrada en 1106 por el obispo Don Pedro Nazar, convirtiéndose primero en Colegiata y en 1232 en catedral. Según la leyenda, un peregrino alemán que había sido condenado a muerte por robo fue salvado por Santo Domingo de la Calzada, al igual que el gallo y la gallina cantaron después de asados.

Fortalezas medievales

La Rioja fue durante muchos siglos, debido a su posición estratégica, región fronteriza entre los Reinos de Navarra, Castilla, e incluso de Al-Ándalus. La necesidad de defensa provocó la construcción de numerosas fortalezas y castillos en la región. Algunos siguen en pie y otros, a día de hoy solo son vestigios de los que un día fue cobijo para muchos.

Frontera entre árabes y cristianos y enclave fundamental en la defensa del valle del Ebro, el castillo de Cornago resiste con sus cuatro torres ubicadas sobre un cerro que domina la población. Más conocido por Castillo de la Luna, debe su nombre a lo bien que se aprecia la luna y las estrellas en este rincón y el apellido de la familia que vivió en él, encabezada por Álvaro de Luna.

Bajo la protección de la Ley sobre el Patrimonio Histórico Español encontramos el castillo de Sajazarra, una de las edificaciones mejor conservada en La Rioja. Perteneció a los condes de Nieva y defendía la zona norte de la población y el camino de Haro a Miranda.

Y como ejemplo de la arquitectura militar de siglo XII, declarado Bien de Interés Cultural y Patrimonio Histórico de España, en La Rioja se ubica el castillo de Davalillo. Fortaleza construida sobre un excelente punto de visión estratégica sobre el gran cauce fluvial, hace unos años viendo que se encuentra en peligro de desaparición, está sometido a un gran proyecto de rehabilitación llevado a cabo por CVNE.

El de Aguas Mansas de Agoncillo, el de San Vicente, Cuzcurrita o Briones se unen al grupo de fortalezas que hoy en día recuerdan cómo se aseguraron conquistas y se protegió a la población siglos atrás en La Rioja. Y, por supuesto, el de Clavijo, cuya leyenda sirvió de forja a la construcción de un sentimiento nacional a lomos del caballo blanco de Santiago.

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