Especial Enoturismo

Placer al volante: las carreteras del vino

Son parte del paisaje vitícola que conforma la DOCa Rioja, aunque no siempre se repara en su papel vertebrador. Las cientos de carreteras comarcales que enlazan los pueblos de la denominación crean un vínculo entre culturas, entre terminologías y tradiciones que pasan de unos a otros sorteando esos guardaviñas o chozos que ahora son elementos decorativos, pero que en su día cumplieron con su función de protección. Cientos de kilómetros de asfalto por los que fluyen los aromas del vino, así como del mosto que gotea de los remolques durante vendimias, y que actúan de eje para dibujar el mapa del vino de Rioja.

Una de esas vías de enlace es la LR-318 que parte de San Vicente de la Sonsierra, traspasa la frontera con Álava y llega hasta Baños de Ebro. Una estrecha carretera por la que raro es que transcurran otros vehículos que no sean agrícolas y que deriva de su predecesora la LR-317, que nace en Rivas de Tereso. Sin alejarse del cauce del Río Ebro, en su margen izquierda, la calzada sortea pequeños parajes de viñas al vaso sobre laderas y otras en espaldera más en el entorno de la ribera. A medio camino, antes llegar a la villa alavesa, confluye esta comarcal con su vecina la LR-319 que llega desde Ábalos haciendo un zigzag mientras desciende al río.

Siguiendo los acusados meandros del Ebro, otra sinuosa carretera sin marcas viales sobre el asfalto conecta Elciego con Lapuebla de Labarca entre suaves subidas y bajadas que recorren un mosaico de pequeñas viñas. A veces, entre la sombra provocada por las colinas que se elevan a ambos lados, y otras, con vistas panorámicas al Ebro y la Sierra Cantabria. Y sin salir de Rioja Alavesa, otra de las carreteras que conecta la pasión por el vino es la A-3226 que une Laserna con Oyón y seguido atraviesa Moreda de Álava antes de adentrarse en tierras navarras. Un territorio donde sobreviven cepas que datan de la época de la Guerra Civil y por el que antaño transcurría la Ruta del Vino y del Pescado, lo que a día de hoy se conoce como la GR-38.

La ruta de viñas discurre por la N-232 hasta llegar a uno de sus enlaces, esta vez en Rioja Oriental, donde se encuentra una de las cunas de la garnacha vieja que sirve como despensa para una denominación en la que no abunda esta variedad. En poco más de siete kilómetros de extensión que tiene la LR-381, entre cambios de rasante y alguna que otra vaguada, Tudelilla se queda rodeada por decenas de hectáreas de viñedo que llegan a los pies de la sierra de Yerga. Aquí confluyen varias firmas vitivinícolas, mientras otras tantas llegan hasta aquí para surtirse de esos racimos que cuelgan sobre suelos pedregosos. Otra de las vías del vino que, con la vendimia en pleno apogeo, se llena de remolques y camiones frigoríficos.

En la otra punta de la denominación, una de las últimas carreteras que se recorre en tiempos de vendimia es la LR-209, que une Tirgo con Sajazarra. A ambos lados de esos últimos kilómetros antes de cruzar a tierras burgalesas se reparten viñedos entre los términos de Villaseca y Galbárruli, también combinados con el mapa de fincas de cereal, que por esas fechas ya están en rastrojo o recién sembradas par ala próxima campaña

Badarán es otro de los puntos que tienen una chincheta al trazar el mapa de carreteras del vino. De él emanan varias ramificaciones a algunas de las localidades donde también aprovechan las buenas condiciones de esta zona bañada por los ríos Cárdenas y Najerilla. Por la LR-204 hasta Villar de Torre, cogiendo la LR-312 para llegar a Baños de Río Tobía, y por LR-207 hasta Cordovín y de allí, hasta Alesanco. Aquí la tierra es idónea para variedades como la garnacha. De hecho, esta es una de las zonas que sobrevivió al afán de hace décadas por arrancar viña vieja para plantar joven, por lo que conserva un patrimonio de suelos y cepas de esas que enamoran.

De camino al cauce del Ebro, unos ocho kilómetros separan Huércanos de Cenicero atravesando la LR-321. Un sendero del vino que constituye una de las zonas más privilegiadas para la producción en la denominación, donde al clima oceánico se suman los suelos pobres en materia orgánica y la buena capacidad de drenaje.

En la otra cara de la A-12, la LR-341 es el nexo de unión de las localidades de Ventosa, Sotés, Hornos de Moncalvillo, Daroca y Medrano. A ambos lados del asfalto las viñas que resguarda la sierra de Moncalvillo son parte del paisaje agrícola donde los frutales propios del Valle del Iregua dan paso a las cepas que combinan con las fincas de cereal.

Aunque no es solo en tiempos de corquete y cunacho cuando se dibujan sobre el mapa estas carreteras del vino. El trayecto tiene varios horarios de salida, como el momento en el que las hojas comienzan a tostarse y las viñas se tiñen de rojos, naranjas y amarillos, o el momento de la brotación, con ese despertar de las cepas que poco a poco dibujan nuevos paisajes. Entre cruces, valles y laderas, seguro que alguna que otra carretera más se ha quedado por el camino, así que basta con tener afán viajero y echarse al asfalto para completar el mapa.

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