El Rioja

Berta Valgañón: “Busco algo pequeño y con valor, algo que no abunda en Rioja”

Fotos: Amaya Garrido

El Rioja ha adquirido ya tantas variantes, aromas, métodos de elaboración, altitudes y dimensiones que parece que cualquiera puede adentrarse en el paradigma de la Denominación. Aunque no siempre resulta sencillo sacar tu producto al mercado en un universo donde las grandes bodegas y sus diversas marcas monopolizan el sector de la restauración. Así lo considera la viticultora, enóloga y bodeguera riojana Berta Valgañón, quien desde hace cuatro vendimias elabora, en pequeñas proporciones, sus vinos bajo la DOCa Rioja.

Aunque natural de Villaseca, su asentamiento enológico se traslada a un pequeño calado familiar en Cuzcurrita del Río Tirón donde, en sus cerca de 80 metros cuadrados, Valgañón ha querido “apostar por el valor del patrimonio histórico de los viñedos de Rioja Alta así como de sus bodegas tradicionales”. Sus vinos registrados bajo la marca Pretium proceden de una pequeña parcela de cinco hectáreas con viñedos ecológicos que datan del 1901 y que ya cuentan con la calificación de ‘Viñedos Singulares’. “Una pura motivación que ha convertido esa nostalgia en mi profesión”, apunta.

Cultivo, elaboración, distribución, marketing y gestoría. Todo pasa por las manos de Valgañón, aunque la comercialización todavía se le resiste un poco. “No me acabo de atrever del todo. Comencé con cinco mil botellas pero estas últimas vendimias ya lancé al mercado once mil, aunque en mi planes a corto plazo no me planteo aumentar la producción ni las instalaciones porque realmente busco un proyecto pequeño pero con valor, algo que no abunda mucho en las bodegas de Rioja y también demanda el cliente”, explica, un sello que la distingue de sus competidoras.

Destaca las dificultades que tiene a la hora de adentrarse en las grandes distribuidoras que ofrecen vinos fuera de lo común: “Creo que no me toman mucho en consideración porque soy mujer, no se creen que lo haga todo yo. Mientras, luego va otro chico que no ofrece nada parecido a lo mío y ahí le exponen sus vinos, pero a mí me resulta imposible hacerme un hueco, así que voy poco a poco y espero que el boca a boca y las redes sociales me ayuden”. En cambio, reseña que fuera de la región cualquier Rioja tiene muy buena recepción y más si son producciones limitadas.

Lo que sí le ha resultado bien sencillo es decantarse por la viticultura orgánica y biodinámica gracias a que sus viñedos centenarios nunca han estado bajo tratamientos químicos, lo que facilita que sean más resistentes a enfermedades y plagas, “a diferencia de los de ahora, que tienen tan pocas defensas porque se lo aplican todo y la propia planta no se molesta en defenderse”. Aunque Valgañón apuesta por un método más natural “realmente eficaz”: infusiones a base de cola de caballo y ortigas que ella misma elabora junto con azufre y un poco de cobre.

Se considera cuarta generación de vinicultores en su familia. Las dos primeras lo realizaban para autoconsumo, mientras que su padre ya se adentró en el mundo de las bodegas cooperativas locales. Ella ha querido recuperar esa historia de los calados y “poner un poco más de valor añadido, porque tal como está ahora la agricultura, o vas a volumen o no puedes vivir de ello”. Por el momento comercializa en restaurantes donde hay un jefe de sala o sumiller que buscan a pequeños productores, aunque tampoco descarta el mercado internacional, “donde buscan vinos orgánicos con una pequeña historia”.

Nueva etiqueta para vinos de autor

Su nueva apuesta va más allá y ya sí refleja su nombre en la etiqueta con el fin de mostrar “lo que es realmente un vino de autor”. Con un componente más técnico, Valgañón busca diferenciarse del resto de bodegas de Rioja a través del Índice de Winkler y Amerine, que mide la climatología más óptima para el cultivo de vid y que incorporará en su nueva etiqueta bajo el nombre ‘Berta Valgañón’: “En la región 1, como son Borgoña y la Champagne, son zonas muy frías con bruscos contrastes de temperaturas entre el día y la noche y eso en La Rioja solo ocurre justo donde tengo los viñedos”.

En este nuevo sello, que ilustrará la silueta de Cellorigo y los montes Obarenes, también pretende añadir datos como la conducción en vaso y las labores a mano como forma de trabajo y la parcela, donde se incluyen la altitud y el tipo de suelo, en cuyo caso cuenta con unos calizos y francos, “los que realmente son los ideales para un viñedo porque aportan un equilibrio entre las arcillas, las arenas y los limos”.

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