El Rioja

Once blancos para el 11 de junio: el mejor vermut del año en Logroño

Logroño está de fiesta, llega el 11 de junio y la capital se viste de gala para celebrar su heroica resistencia al ejército francés. Una fecha que nos echa a la calle a los logroñeses para, tras el reglamentario y tradicional reparto del pez, pan y vino en las Murallas del Revellín, disfrutar del mejor vermut del año. Once de junio, once grandes blancos para honrar como se merece al patrón San Bernabé. Van estos vinos por todos aquellos logroñeses que en 1521, hace ya 498 años, defendieron con grandeza su honra, sus vidas y su ciudad.

Tras la heroica resistencia a las tropas francesas, con el célebre mensaje de Vélez de Guevara al general Asparrot, “Logroño no abrirá sus puertas al enemigo, mientras uno de sus habitantes tenga vida para combatir. Nos defenderemos hasta la muerte”, Carlos V añadió las tres flores de lis al escudo de la “muy noble y muy leal ciudad” para que perdurase la memoria del triunfo y se juró el Voto a San Bernabé.

Volviendo al presente, el paseo desde el Arco de San Bernabé -tras uno de los banderazos de la alcaldesa con la enseña de la ciudad- abrirá el apetito que saciaremos con el pan y el pez que nos ofrece la Cofradía del Pez. La leyenda cuenta que aquellos heroicos logroñeses del XVI resistieron el asedio alimentándose únicamente de lo pescado en el Ebro durante la noche. Avanzada la mañana será el momento de, una vez calmado el hambre, dedicarle su justa atención a la sed.

Son únicamente once los elegidos -aquí cabe aquello de “son todos los que están, pero no están todos los que son”-, pero representan la realidad blanca del Rioja y su diversidad a día de hoy. Los hay clásicos, los hay innovadores, unos llegan del norte y otros del sur, yendo de la novedosa maturana a la viura de siempre. En fin, a la tarea, vamos con esos blancos en homenaje a nuestro patrón y a aquellos héroes de 1521.

Ad Libitum Maturana 2018. Juan Carlos Sancha es uno de los artífices de la revolución de las garnachas del Alto Najerilla. Pero este enólogo es mucho más, yo lo calificaría como un verdadero renacentista del mundo del vino. Firme creyente de las variedades autóctonas y minoritarias en Rioja, esta maturana es el resultado del trabajo de muchos años. Resulta un vino voluminoso, graso y elegante, distante al blanco tradicional, excelente. Una leve estancia en barricas de 500 litros de roble francés pone la guinda a esta joyita que llega desde Baños de Río Tobía.

Costumbres 2017. Nace en Rioja Oriental esta joya de la mano de Carlos Mazo, que con base en Aldeanueva elige una viña aquí y otra allí -esos viejos corros olvidados que aparecen de repente en Calahorra o Yerga – para alumbrar tras 10 meses de crianza este Costumbres que, como reza su etiqueta, “cada año sale diferente, eso en sí mismo es lo mejor”. Superelegante, con un volumen y consistencia sorprendentes. Viura, garnacha y pasera (calagraño) criadas en dos barricas de 300 litros y dos damajuanas de 54 para un total de 900 botellas. Fiel reflejo de la tierra donde nació, este blanco es una de mis debilidades.

Honorio Rubio Macerado 2018. Todo un renovador este bodeguero de Cordovín que siempre sorprende con sus elaboraciones de vinos blancos. Criado durante 7 meses en contacto con sus hollejos y lías, resulta diferente desde su presentación. Perfectamente vestido, en la copa es denso, con un esqueleto digno de los mejores tintos, pero con la frescura de la típica viura de su territorio. Una auténtica experiencia descorchar este blanco que no deja indiferente a nadie.

Izadi Larrosa 2018. Vamos a darle una oportunidad a la garnacha en su variante blanca con este monovarietal de Villabuena. Floral, denso y diferente a lo habitual, las uvas de este vino primerizo –es su añada de presentación- nacen de la selección de tres pequeñas parcelas en altura en los que esta variedad minoritaria en Rioja exhibe su ‘peso’ habitual. Aun así, al no tener contacto con el roble, no pierde nada de chispa, haciéndolo un buen compañero para este verano que ya está aquí.

Jarrarte 2018. Desde San Vicente llega este blanco de la mano de Abel Mendoza, ¿hace falta decir más? En sus vinos siempre hay honradez, carácter y verdad. Nuestra botella suma viura, garnacha, malvasía, tempranillo y turruntés, como su afamado 5V, aunque en este caso sin catar la madera. Nada de barrica, pero con batonages hasta su embotellado en enero. Al descorcharlo sentimos la presencia y el poderío de la Sonsierra, y la clase de una añada que resultó especialmente buena en esta zona para los blancos. Estupendo vino, como siempre que vemos la etiqueta Jarrarte.

Monopole Clásico 2015. La mano de Ezequiel García, ‘El Brujo’, se adivina en este clásico de los años setenta que propone un guiño a los antiguos blancos de la casa jarrera. Profundo y palpitante, la diferenciación llega con un toque de palomino como complemento a la viura, uniendo así Rioja y Jerez en su elegante botella Rhin. Su posterior crianza en barrica consigue un caldo extraordinario que emociona desde el primer momento. Grande, para no fallar y disfrutar de un blanco ‘de los de antes’.

Muga 2017. Me pasaría el día bebiendo este delicioso blanco que liga finura, delicadeza y elegancia a un precio de lo más asequible para lo que ofrece. Viura, malvasía y garnacha se ensamblan para pasar por el roble en su fermentación. Y de la mano de Muga, toda una garantía. En nariz destacan las flores blancas y en boca es alegre, fresco, sabroso… Ideal para un día tan especial como es este 11 de junio.

Nivarius Edición Limitada 2015. Una bodega en Rioja dedicada únicamente al blanco, sí señores, tal como se lo cuento. El proyecto apuesta, además, por la altura y el clima extremo como seña de identidad para sus vinos. Estamos en Nalda, a 800 metros de altura, tierra fría… donde crecen variedades tan riojanas como el tempranillo, la viura, la maturana, la garnacha, el turruntés y el rojal –malvasía-. Para este Edición Limitada la bodega ensambla viura y maturana con una crianza de 9 meses en fudres de 3.500 litros de roble francés. Un blanco con tensión, con fondo… con una historia que contar en definitiva.

Panorámico 2016. “¿Conoces Panorámico?”, me preguntaba Tim Atkin en su reciente visita a La Rioja, “vale la pena”. ¡Vaya carta de presentación! Juventud al poder, larga vida a las nuevas ideas. “Queremos poner en el mapa vitivinícola el Valle del Iregua y salvaguardar el viñedo antiguo de la zona”, afirman convencidos Alejandro Estebas y Daniel Rodríguez. Rescatando viejos viñedos de Islallana, la viura se une a la malvasía de Cárdenas y Cañas para reposar cuatro meses en barrica. Son sólo 5.870 botellas las que salen al mercado. Estupendo en fase olfativa, en copa es todavía superior. Aquí hay fruta de la buena y una sorprendente elegancia. Estos jovenzuelos de Albelda saben lo que hacen, seguiremos sus pasos con auténtico interés.

Pretium 2016. Berta Valgañón es una de estas jóvenes enólogas de nueva cosecha que ha recogido el testigo de su padre y elabora vinos con mucho carácter. Sabroso, complejo y muy personal, este vino nace de un pequeño viñedo en Villaseca, a los pies de los Obarenes, donde conviven la viura, la malvasía y la secular calagraño. Fermenta en barricas de 500 litros y posteriormente es criado durante once meses más. Son apenas 2.000 botellas, ¡corre a por una!

Titania 2017. El equipo formado por Pedro Peciña y Javier Rojo se ha propuesto un objetivo: “Innovar, buscar la diferenciación respecto al clasicismo pero respetando las elaboraciones tradicionales”. Brujo Wines apenas cuenta con cuatro años de vida, pero sí tiene viñedos elegidos como este de tempranillo localizado en Alesanco a 680 metros de altitud que le permite esa personalidad a la que aspira la bodega. Dos meses en barricas mixtas de roble americano y francés le confieren un toque que me recuerda a la crema pastelera, pero siempre dominando la identidad frutal de la variedad, vivo, franco, directo y sabroso. Un proyecto de lo más interesante.

Charlando el otro día con José Félix Paniego, jefe de sala y sumiller del Portal del Echaurren y flamante ‘Prix au Sommelier’ por la Academia Internacional de Gastronomía, coincidíamos en el gran momento que viven los blancos de Rioja y en la pequeña revolución que asumen: “En mi casa nos gusta presumir de los blancos de nuestra tierra, veo que las bodegas han recuperado la pasión por estos vinos y en la carta ofrecemos blancos de auténtica categoría”.

“Estamos asistiendo”, continúa Chefe, “a una reconciliación con los blancos. A mí me encantan porque son tremendamente gastronómicos y para nosotros, que en el fondo somos anfitriones para la gente que nos visita, en todo un placer ofrecerlos. Hay, además, una gran variedad; a los clásicos de tremenda calidad como los López de Heredia o el Capellanía, por citar sólo dos ejemplos, se han unido nuevos blancos hechos por gente joven que aportan frescura en la manera hacer vinos. Se está consolidando una convivencia entre juventud y veteranía que no hace sino enriquecer nuestras cartas de vinos”.

Se ha sabido rectificar a tiempo y ha sido la propia DOCa la que ahora potencia los blancos. “Rioja se equivocó hace unos años al despreciar nuestros vinos blancos”. Baste decir que de marzo de 1992 hasta finales de 2003 el Consejo llegó a prohibir plantar viña blanca, pues afirmaba que con viura y malvasía no se podía competir con otras zonas elaboradoras de blanco. Esto supuso, además, un mazazo para el viñedo viejo de blanco.

“Se perdió viña de la buena y se recorrió un camino equivocado. En mis 21 años en el Echaurren he probado maravillas como un Viña Arana Blanco del 76 que ya ni se hace, pero empezamos a recuperar el tiempo perdido con blancos de nuevo cuño que hacen que estemos orgullosísimos de los jóvenes que toman el relevo. En esta casa siempre estamos abiertos a que nos sorprendan. El futuro de los blancos de Rioja lo veo estupendo, con un gran potencial, debemos presumir de estos vinos y de nuestras variedades minoritarias”.

No puedo estar más de acuerdo con el amigo Chefe. Por eso me sorprende cuando oigo pedir en una barra “un blanquito de Rioja” o afirmar a entendidos de medio pelo armados de una impostada convicción aquello de “los blancos de Rioja no dan la talla”. Y es que no hay mayor esclavitud que la ignorancia atada a frases hechas y conceptos aprendidos de memoria.

Los buenos resultados de la estrategia ‘innovadora’ en vinos blancos se ha observado desde 2007, con la incorporación de nuevas variedades de uva. Y también se ha visto reflejada en un ‘notable’ incremento de los litros comercializados, casi 22 millones en 2017 frente a los 16 millones de 2015. Larga vida a los blancos de esta tierra, y bienvenidos en su retorno a una plaza que nunca debieron abandonar. Al fin y al cabo, Rioja fue blanca antes que tinta.

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