La Rioja

Lo que la tierra une, que no lo separe el hombre…

Amaya Menchaca y Óscar Santolaya. 45 años (ambos). San Román. Bióloga, ingeniero, psicología sistémica.

Reportaje fotográfico: Clara Larrea ©

Vida o muerte. Invierno o verano. Pueblo o ciudad. Hay retratos en tres dimensiones, y otros circulares. El de Amaya Menchaca y Óscar Santolaya (45 años, ambos, cameranos) es de estos últimos. Porque el principio puede ser el fin y el fin el principio. No hemos perdido el norte en NueveCuatroUno, hemos ido al centro de La Rioja, a San Román de Cameros, para ver dónde está el norte de esta pareja de cameranos, el lugareño Óscar y la medio logroñesa-medio de Villoslada Amaya.

Resumir sus vidas no es tarea sencilla. ¿Empezar por el final? ¿Comenzar por el principio? Porque en el fondo todo es un círculo… Pero de alguna forma hay que arrancar este retrato que a pesar de llevarse a cabo en invierno, y en la sierra camerana, se hace con un sol radiante y con el abrigo quitado. Óscar comienza su relato: transmite calma. “Soy de aquí y tras varias experiencias y formarme, regresé a San Román”.

Dicho así parece más sencillo… Pero no. “A los once años tocó bajar a estudiar a Logroño, después llegó la mili, en Melilla, como mi abuelo. Y me quedé en la ‘Brigada de paracaidistas’, de los que fueron a Kosovo, aunque yo no llegué a ir; al final no continué en el Ejército y regresé a estudiar Ingeniería Agrícola en la Universidad de La Rioja. Entre tanto, me fui de Erasmus a Finlandia un año, donde vi otras formas de afrontar la producción agrícola de manera más respetuosa”, apunta.

“Menchaca”, como le llama él -“Santolaya”, para ella- estudió Biología Ambiental en Pamplona, para seguir con su formación en Ingeniería y Gestión Medioambiental en Madrid. Luego giró hacia la Permacultura -un sistema que se basa en las características del ecosistema natural para aplicarlo al diseño agrícola, social, económico, etc.-, razón por la que estuvo cinco meses en La Palma (Canarias).

A partir de ahí la vida de ambos ha ido viajando por distintos entornos y lugares. Amaya, por ejemplo, ha vivido en Lleida, Madrid, Barcelona, Bilbao, un pueblo de Huesca, Loporzano, Nalda y ahora a caballo entre Logroño y San Román. “Iba o venía, pero siempre con la meta interior de que yo quería vivir en el mundo rural. Ahora por circunstancias -estoy dando formación en Logroño- no paso todo el tiempo en San Román, pero es lo que me gustaría y lo que espero conseguir”.

Amaya montó su propia consultoría de gestión de calidad y medio ambiente con 27 años y Óscar ha desarrollado gran parte de su actividad profesional como ingeniero

Entre la trayectoria laboral de Amaya se encuentra la gestión medioambiental en la firma familiar Agua y Jardín. “Monté mi propia consultoría de gestión de calidad y medio ambiente, con 27 años”, cuenta. Además, se ha dedicado al arte floral, decoración de espacios públicos y talleres formativos sobre la materia en la compañía -también de su familia- Espacios Verdes, entre otros.

Óscar, aunque también ha vivido en varios lugares, siempre lo ha hecho más conectado a San Román, donde ahora está a tiempo completo, en gran parte porque su actividad profesional, como ingeniero, “o como lo que haga falta” (ríe), la ha ido realizando en los Cameros. Relatar sus proyectos de recuperación llevados a cabo en la zona es amplio: desde lavaderos, cuestiones de la granja escuela, hasta el cultivo experimental de quinoa -recientemente, que ha resultado exitoso-, etc.

Se nota sintonía entre ambos. Hablan el mismo lenguaje. Y desde hace un tiempo, se mueven en el mismo mundo: el Proyecto Sedimenta, que llevan a cabo bajo la marca ‘Siempreviva’, como la planta, como conciben la tierra, como el propio Óscar definió un día a Amaya: siempreviva.

Pero, ¿de qué se trata? En realidad es su proyecto vital. En la práctica es un ambicioso conjunto de acciones destinadas a mantener vivo el suelo, de donde parte la vida. Por ello están inmersos en la recuperación fértil de toda una ladera de San Román. “Uno de los problemas de toda esta zona es la falta de suelo: se han producido diversos fenómenos, como la deforestación o la presencia de ganado vacuno que lo han acelerado”, precisa Óscar.

Recorremos gran parte del terreno que ahora les ocupa, en el que pretenden recuperar los bancales, que antaño acogían la agricultura de subsistencia propia de la zona camerana. Comprobamos cómo se han ido perdiendo capas y no es difícil toparse con fósiles… “A través de ‘Iniciativas Emblemáticas’, que apoya el Gobierno de La Rioja, vamos haciendo acciones, como ha sido el vallado y el estudio topográfico. Otra de las claves es el tema hidrológico, tenemos parte del estudio hecho en colaboración con Sustraiak Habitat Design”. Así irán paulatinamente implementando el manejo hidrológico, generando masa vegetal, etc., un proyecto a varios años…

Otra de las patas de su labor de revitalización es la que está llevando a cabo en un terreno que estaba baldío, junto al río Leza, en medio de San Román. Ahí están poco a poco adecentando una huerta y dos edificaciones para darle un uso de ‘invernadero-aula’, principalmente.

Pero su recorrido profesional y vital no termina ahí. Óscar también se ha introducido en el tema de la Psicología de los sistemas en México. Terapia Sistémica o Constelaciones familiares son materias de su jerga. Y, aquí, vuelve a conectar con Amaya: también se introdujo en la Psicología Sistémica, Geometría Sagrada, etc.

De hecho, juntos, se fueron este otoño pasado a México a profundizar en la materia de la vida y la muerte y su aplicación circular. Precisamente en un país donde el concepto de muerte es diferente, vista con otra alegría, como una continuidad, no como el fin. Inmersos ahora en la tesis sobre la Licenciatura, Óscar se dirige sobre todo al área de paliativos y el acompañamiento en la recta final de la vida. No en vano ha estado trabajando en el área de paliativos y es hacia donde le gustaría encaminarse. Amaya investiga el tema de la muerte desde el prisma de la ciencia y sus nexos de unión con las antiguas tradiciones espirituales.

Sobre todo ello imparten formación, hacen encuentros reflexivos… ¿Dónde? Principalmente en San Román y, desde hace poco, uno de los enclaves es una yurta, originaria de Mongolia, instalada ahora en plena sierra de Cameros. En su interior florece la espiritualidad. Su estructura circular invita a que no haya principio ni fin. Como en la visión que Óscar y Amaya tienen de la vida y la muerte, y que les ha hecho unir sus vidas desde unos años a esta parte, sobre suelo rural, en el que se sienten identificados y por el que luchan. Porque para ellos la llama está ‘siempreviva’.

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