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El Calahorra se trae de Cantabria un agridulce tesoro para el partido de vuelta

El Calahorra hubiera firmado volver de Laredo en la noche del domingo con un empate a dos, uno de esos resultados que (victorias al margen), todos los entendidos definen como idóneo para encarar el desenlace de una eliminatoria ante tu público. Sin embargo, el equipo riojano volvió con cierto sabor agrio por la N-232, pues abandonó el San Lorenzo con la sensación de haber dejado escapar una oportunidad mejor.

En un duelo igualado, los de Rioja Baja fueron capaces de adelantarse por dos ocasiones en el marcador, pero la algarabía se les esfumaba en un suspiro. Mario León, con dos tantos, fue el arma más peligrosa del Calahorra, que acabó reclamando como legal un gol anulado en el tiempo añadido por presunto fuera de juego.

El conjunto dirigido por Eduardo Arévalo tenía grabada a fuego una premisa. “Debemos ser nosotros mismos y competir como sabemos”, señalaba en la previa del encuentro. Fue eso lo que le falló a los rojillos en Zaragoza hace quince días y lo que no se perdonaría el propio preparador si volviera a suceder. Necesitaba que volviera el Calahorra campeón de su grupo durante las dos últimas campañas. Y regresó en Laredo.

Por ello, nada más saltar al San Lorenzo quiso para sí la pelota y no se la dejó a un Laredo superado en todas las facetas del juego durante el arranque. Asumió la batuta del partido un Calahorra que maduraba el encuentro en busca de un acercamiento que hiciera temblar de verdad al público cántabro.

Los acercamientos riojanos se fueron haciendo más intensos y en uno de ellos Mario León reclamaba penalti tras ser derribado en el interior del área de castigo. El colegiado entendió que le quería engañar, le mandó levantarse y le enseñó la tarjeta amarilla. El mediapunta quería ser protagonista y bien que lo consiguió. Tal vez irritado por la jugada precedente, León deshacía el empate a la media hora de partido, desatando el júbilo entre los aficionados calahorranos desplazados a Laredo.

Poco le duró la alegría al cuadro rojillo (ayer, de azul), porque un desajuste defensivo en la siguiente acción lo acabó penalizando el Laredo con el gol de Manu, que colocaba el 1-1 con el que ambos conjuntos enfilaban el camino a los vestuarios.

Fueron ambos goles los derechazos que intercambian dos púgiles que se temen y son conscientes de que el combate no termina en un asalto. Se perdió el arranque del segundo tiempo en una batalla táctica en la que ninguno de los sargentos supo perforar las pocas grietas de la vanguardia enemiga.

El Calahorra sabía que el gol de Mario León podía valer su peso en oro y que un empate lejos de tu estadio sabe a triunfo en un playoff. Y el Laredo, aun consciente de que el 1-1 le dejaba en ligera desventaja, temía la velocidad de las bandas riojanas, capaces de castigar un contragolpe con otro tanto que dejara a los cántabros reservando los viajes de vacaciones.

En esas andaban unos y otros cuando Mario León volvió a hacerlo. A un cuarto de hora para el final del encuentro, el volante volvió a batir a David, desatando la euforia rojilla en El San Lorenzo.

Pero, en un calco de lo sucedido en el primer tiempo, no pasaron ni tres minutos cuando el Laredo igualó la contienda. Esta vez fue a la salida de un córner cómo Vinatea ponía el 2-2 en el marcador del feudo cántabro. El tanto de los locales sentó como un jarro de agua fría entre los futbolistas calagurritanos, que todavía andaban degustando el doblete de Mario León.

Hubo tiempo todavía para la polémica, ya que el Calahorra protestó efusivamente tras anularle el colegiado un tercer gol por presunto fuera de juego. Eso aumentó, si cabe, la irritación entre la expedición riojana, que volvió a Rioja Baja con mejor botín de lo que el fragor del momento permitía percibir.

Pese a todo, pueden darse por satisfechos los hombres de Eduardo Arévalo, por varios motivos. Primero, porque nadie conquista el San Lorenzo desde el pasado mes de octubre, que ya es llover. Segundo, porque siempre que no pierda el partido de vuelta en La Planilla, el Calahorra obliga al Lardero a marcar un mínimo de tres tantos para poner un pie en la ronda final del playoff. Y tercero, porque manteniendo sus señas de identidad se antoja francamente complicado que cualquier equipo sea capaz de anotarlos en La Planilla. De lo que no cabe ninguna duda es de que el feudo rojillo será una olla a presión para empujar a su equipo a las finales de la promoción de ascenso.

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