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Ibiza: No es bar para viejos

Tras su enésimo “lifting”, el Ibiza vuelve a abrir sus puertas. Penúltimo superviviente de un pasado provinciano en blanco y negro (su alumbramiento data de 1941), este histórico punto de encuentro en pleno centro de Logroño mira ahora al pasado para sobrevivir al futuro. Así, sus nuevos promotores prometen recuperar parte del espíritu de sus primeros años, cuando fungía como “café americano” y los logroñeses, a falta de televisión, se acercaban a él para escuchar los gorgoritos de Pepe Blanco. En el Ibiza quedaban los del pueblo cuando bajaban a la capital y en el Ibiza quedaban los capitalinos antes o después de sus quehaceres por ese centro que, ayer como hoy, tiene como piedra miliar al Espolón.

Mis recuerdos del Ibiza son limitados: Los meandros de su sinuosa barra, de la que ya no queda nada; los diarios pinchados en un palo (cuando los periódicos todavía no eran una mierda); Rafa, el último “limpia” de la ciudad, o sus camareros, tan viejos como la clientela: aquellos “maravillosos” camareros “de toda la vida” que tanto le gustaban al ministro Arias Cañete mientras daba cuenta de su tostada con manteca colorá.

Ahora, este “bar-salón” es una cafetería elegante y pintona, sin especial encanto, pero que, probablemente, atraerá a una clientela guapa que ya ha sabido reconvertirse de Las Cañas al Wine Fandango. En la inauguración -para Prensa e invitados- de este lunes no faltaron el vino y el jamón, ni tampoco los discursos. Ambos, igual de agradecibles: los primeros, por abundantes; los segundos, por breves.

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