Firmas

Brecha generacional

La diferencia generacional, sea entre políticos o periodistas, está marcada por detalles como que al tomar asiento un jueves de buena mañana en el Parlamento uno llegue habiendo escuchado a Pepa Bueno (servidor) y otro a Peppa Pig (Daniel Ortiz – El Correo). O que, nada más arrancar el temario, para despertar al personal, el diputado joven haya propuesto hacer de la Universidad de La Rioja el ″Silicon Valley español″ y el consejero de más edad se conforme con cumplir la ley para que no le tiren de las orejas desde Madrid.

Por suerte, al ser los Plenos en jueves y no en viernes, la diferencia no la marcan las ojeras por una noche de fiesta hasta las tantas en los tres antros que todavía abren en esa noche logroñesa para dar cabida a jóvenes universitarios y almas descarriadas sin rumbo, frente a las ojeras de las lloreras de turno de esa recién nacida que obliga a ver Peppa Pig por las mañanas.

En el fondo, ese noble edificio en el que es imposible que arreglen el sistema de sonido para escuchar decentemente a los diputados acoge más uniones que diferencias. Los políticos riojanos se han centrado esta legislatura en encontrarlas para olvidar épocas pasadas en las que la confrontación hacía las sesiones insoportables por su dureza y sus navajazos barriobajeros, pese a que el tono en algunas ocasiones se vuelva más brusco de lo habitual. Luego retiran lo dicho, como Juan Calvo (Podemos) al acusar de mentir al consejero de Educación, Abel Bayo, y aquí paz y después gloria. Ya podía aprender Rafael Hernando.

La familia (la famiiiiiiglia, con el tono de El Padrino, que dijo Diego Ubis, líder de Ciudadanos) fue el tema central sobre el que darse caricias en la sesión de este jueves y la segunda parte de la trama palaciega en la que andan metidos insignes como Emilio del Río, Conrado Escobar, Cristina Maiso y Elisa Torrecilla fue el tema central para darse de hostias. Sin reprobaciones para las dos últimas, el foco va ahora para el multiconsejero (también de familia, claro), quien siempre trata con condescendencia a los recién llegados al hemiciclo como Raúl Díaz (PSOE) o Rebeca Grajea de la Torre (Ciudadanos) para que se note la brecha generacional.

Lo que nadie en esa Cámara podrá evitar, al menos de momento, son dos imágenes patentadas por la formación naranja. La impertérrita pose de Tomás Martínez Flaño en la mesa ocurra lo que ocurra a su alrededor (asumimos que su única función durante las cinco horas es intentar doblar el boli con la mente y que lo conseguirá antes de conseguir la AP-68 liberalizada) y el ‘show Grajea de la Torre’ para cerrar la función.

En el de este jueves tocó ″abrir la caja de Pandora″ con las llamadas que había hecho durante la semana pasada. A saber: Natalia Rodríguez (Podemos) no le coge el teléfono, Concha Arruga (PP) estaba ″enroscada″ (sic) y Alfonso Domínguez le recibe en la Consejería de Hacienda. ″De nada sirve que unos echen mierda a los otros y los otros mierda a los unos″, les dijo a PP y PSOE, ″si la casa está sin barrer″. Y llevaba razón, aunque le podía haber caído a ella con esa palabra el ″tras, tras, en el culete″, que Raúl Díaz contó que Albert Rivera le da a Diego Ubis.

Quizá por eso, cuando Ubis enumeraba la cantidad de reprobaciones que se le pueden realizar al Gobierno, a los diputados y casi hasta al bedel, éste miró hacia el techo de la Cámara y dijo: ″Mariano, si me estás escuchando…″. Si llega a gritar un poco más, Mariano Rajoy no, pero Mariano Moracia, el dueño del Café Moderno, igual sí podía estar escuchándole aunque no entendiera nada. Como nosotros.

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