La Rioja

“Una historia de mierda”

Miguel López del Pueyo es un logroñés que actualmente trabaja como Médico Interno Residente (MIR) de Medicina Familiar y Comunitaria en un Centro de Salud de Zaragoza. Este lunes decidió compartir una vivencia personal en las redes sociales sobre una paciente fallecida: “Os voy a contar una historia de mierda para desahogarme: lo que pasa cuando fallamos como sistema sanitario”. Así arrancaba un relato que no tardó en hacerse viral.

https://twitter.com/mldelpueyo/status/719569725127290881

EL RELATO COMPLETO

Os voy a contar una historia de mierda para desahogarme: lo que pasa cuando fallamos como sistema sanitario. Hace pocos meses a una paciente del cupo le diagnostican un cáncer de cuello de útero en estadio avanzado. No es muy mayor, pensionista, clase trabajadora, casada, hijos emancipados. Vive con su marido. Hasta ahora venían juntos a la consulta. Hoy viene él. Han ingresado a su mujer, llevaba mal un tiempo.

En Urgencias encuentran una insuficiencia renal brutal y una masa abdominal. En el estudio de extensión ven una tumoración voluminosa que comprime uréteres, diseminación metastásica… Se descartan opciones curativas. No obstante, el comité de tumores estima una supervivencia superior al año de vida por lo que proponen a la paciente para entrar en diálisis. En nefrología ponen inicialmente cierta oposición y el marido viene hecho una furia: “¡Son peores que los nazis!”. 

Bueno, haya paz. Finalmente se acepta la indicación y la mujer, que cada vez está peor, empieza las sesiones de diálisis. Pasa el tiempo. Cada vez tiene más dolores y los traslados al hospital son atroces: diálisis, varias hemorragias, un ingreso, consultas… La situación se hace insostenible para la familia. Ya no pueden hacerse cargo de todo. El marido viene mucho por el Centro de Salud, está desesperado. Está pendiente la visita de paliativos que no llega, mucha lista de espera dicen, y ha tenido algún encontronazo con los de las ambulancias. 

Nosotros hemos hecho lo que hemos podido: nos pasamos varias veces por el domicilio, tratamos los dolores, la frustración, la ira. Un viernes nos lo encontramos en la sala de espera, nos ruega que ingresemos a su mujer, está fatal y no soporta más viajes al hospital. Pero claro, pensamos, en el hospital no van a aceptar un ingreso a largo plazo. Y en los de larga estancia no hay sitio o no hay diálisis. Ponemos analgesia de rescate antes de los traslados y parece que funciona, aunque el estado de la paciente empeora durante el fin de semana. 

Finalmente se hace obvio que la mujer no va a tolerar más idas y venidas y se decide retirar la diálisis y toda terapéutica agresiva. Al mismo tiempo llegan los de paliativos y se inicia la sedación terminal. Es lunes, o martes, qué mas da, y nos avisa un compañero que se ha pasado por la casa a última hora de la mañana. Ha fallecido. Dos días después salgo a coger un café a la máquina y me encuentro al marido, sentado en un rincón con la mirada perdida. Balbuceo un pésame, me siento con él y le pregunto qué tal está.

Y entonces explota todo. Se lo comen los remordimientos, la culpa y el odio. Se ha sentido maltratado, abandonado por el sistema. “Mi mujer se ha muerto sin dignidad, se la han quitado de encima. Cuando llegó la morfina ya era muy tarde”. Llora durante mucho rato y le pido el perdón más sincero que he pedido nunca. Me subo a la consulta bastante jodido. ¿Qué mierda estamos haciendo si fallamos así a la gente que se supone que tenemos que cuidar? Fallos de estructura, listas de espera, falta de coordinación y de comunicación, una atención paliativa insuficiente… Así que no sé si al final sólo nos queda intentar hacerlo lo mejor posible, acompañar y ser honestos cuando la jodemos. Fin 🙁

Perdón por la brasa.

Y los mensajes no tardaron en llegar.

https://twitter.com/mldelpueyo/status/719621690771259394

Para aclarar la historia, este riojano quiso hacer dos puntualizaciones:

1. Esta historia no es una crítica a ningún servicio ni profesional concreto. El sistema ha fallado en conjunto.

2. A pesar de lo que he contado, historias como esta son la excepción. Hay que reconocer los errores, enmendarlos, seguir adelante.

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