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Una tragedia forjada en cinco minutos

En cinco minutos da tiempo a que cambie una vida. Para bien y para mal (normalmente para mal). Uno puede en esos trescientos segundos hacer casi cualquier cosa. Incluso es posible que Pedro Sánchez logre ser presidente del Gobierno de España gracias a una reunión que dure cinco minutos tras meses y meses de negociaciones. Cuando la locura se instala en las cabezas de los protagonistas de cualquier evento, lo imposible se convierte en posible en el plazo más corto de duración que uno pueda pensar.

Era necesario este domingo echarse agua fría a manguerazos por la cara y pellizcarse varias veces para darse cuenta de que lo vivido no era una pesadilla sino algo real. La comedia romántica ha pasado en cinco minutos a convertirse en una película de terror con final ya conocido por lo vivido semanas atrás en Las Gaunas frente a la Arandina que dejaba con cara de tontos a cuantos aquellos sintieran como propia la camiseta de la UD Logroñés.

Porque hasta el minuto 88 de partido, el conjunto blanquirrojo vencía al Sporting B por 0-1 (golazo de Carlos Fernández), marchaba segundo en la clasificación y estaba a sólo cuatro puntos del liderato en el que vive cómodamente el Racing de Ferrol. Para el 93, la UD Logroñés había tirado todos sus víveres por la borda, casi hasta a las mujeres y los niños, y perdía por 2-1 frente al equipo gijonés, bajaba hasta la tercera posición en la tabla y se mantenía a siete puntos del primero, ahora con el Racing de Santander de por medio.

No ha tenido mucha más historia el encuentro. Tres fogonazos convertidos en goles, más una ocasión en la que Pere Milla estrellaba el balón en el poste y el rechace lo mandaba Adrián León al larguero. Desaprovechado ese intento de superar a Javi Benítez aún con el marcador sin moverse, la UD Logroñés conseguía adelantarse y pensar en un viaje bajo un engañoso sol de invierno con tintes primaverales al que el aire asturiano conseguía bajarle la temperatura tanto en lo futbolístico como en lo real.

Montes y Arqués mandaban a la plantilla de Carlos Pouso a la lona por un camino que Pau Franch y Javilillo habían abierto hace un mes en la remontada cosechada por la Arandina en Logroño. Dos goles como dos golpes directos a la mandíbula de un equipo que no daba crédito a lo que estaba sucediendo y al que no le da tiempo ni a desesperarse. Sin explicación y sin victoria. Paso lento hacia el vestuario y mirada al suelo. Reflexión interna. “No, no, no. No puede ser. Otra vez”, decían todas las cabezas de los jugadores de la UD Logroñés sin articular movimiento o gesto alguno. Pero era. Vaya que si era.

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