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Menudo emerge en la trinchera de Coruxo

Juan Carlos Menudo Domínguez (Sevilla, 18 de junio de 1991) es futbolista, torero y pichichi. Cuando salta al campo con la UD Logroñés no viste traje de luces, lleva una camiseta blanquirroja con el 9, el 10 o el 11 a la espalda. Según le toque. Cuando el balón pasa el centro del campo, el peligro casi siempre aparece en sus botas. Ante el Coruxo marcó por quinta jornada consecutiva y le dio al equipo entrenado por Carlos Pouso tres puntos que le aúpan a la tercera posición del Grupo I de Segunda B. La mirada se dirige ahora hacia el otro extremo del país. Murcia no se antoja tan lejana en el mapa.

El torero blanquirrojo estaba en ese sitio donde aparecen los jugadores con olfato, donde ‘caen’ los balones como si no hubiera otra fuerza del destino. Los mediocres lo achacan a la suerte. El centro de Titi desde la banda derecha fue directo a la cabeza de Camochu y de ahí a Chevi. El disparo del madrileño fue repelido por un defensa vigués, y las botas de Menudo se convirtieron en un imán para el cuero. No bastó con eso. Juan Belmonte, maestro del toreo y paisano del delantero, decía que si sabes torear no te quitas tú ni te quita el toro. Menudo lo sabe. Hacia fuera, hacia dentro y latigazo. Recorte dentro del área y gol. La individualidad por encima del colectivo. La revolución frente a una trinchera gallega que había convertido la primera parte en una tortura para el espectador.

El Campo do Vao se transformó al comienzo del encuentro en un terreno de juego plagado de trincheras. Ningún equipo era capaz de realizar avance alguno sobre las posiciones enemigas y los jugadores caían en cada acción sobre el césped. Rendidos. Doloridos. Con ganas de darse media vuelta y subir al autobús sin pasar por el vestuario. Podrían haberse marchado los 22 a la playa -está justo al lado del estadio- para hacerlo más divertido y, ahí sí, cavar sus refugios sin problemas. Incluso habrían tenido tiempo para echarse un pitillo y contarse anécdotas de juventud, como en Omaha, enseñarse fotos de sus amadas y escribir alguna carta a la familia para decirles que estaban bien.

Pelotazo va, pelotazo viene. Hasta el minuto 40. En ese momento emergió Menudo y, tras dos muletazos magistrales, le pegó un estoconazo a las esperanzas locales. La herida ocasionada por el delantero sevillano provocó una descarga de adrenalina en las piernas de los jugadores vigueses, que llevó a Álex y Antúnez hasta la meta defendida por Miguel Martínez de Corta con muy malas intenciones. Por dos veces tuvo que emplearse a fondo el arquero logroñés en la misma jugada. Las trincheras se convirtieron entonces en autopistas sin peaje y la guerra se convirtió en un desembarco de camisetas blanquirrojas a la contra.

Menudo, Joel Valencia e Iker Alegre erraron en ocasiones que ya se daban por marcadas. Un balón que se marchó a escasos centímetros del larguero, un defensa que sacó el esférico a ras de suelo cuando no había portero, y un mal autopase fueron la cruz del ataque riojano en la segunda mitad. Desesperación y miradas al cielo. El partido no se cerraba. El Coruxo sólo tuvo una bala en el cargador y la desperdició. Rafa Mella se plantó solo delante de Miguel en un clamoroso error defensivo al tirar el fuera de juego, pero la portería se le hizo pequeña y el guardameta muy grande. El cuero acabó fuera. En un costado.

En las últimas acciones del encuentro la tuvo Menudo. Sí, otra vez él. Se paseó por la frontal del área, dejó atrás a dos defensas y al portero en el suelo, hasta que chutó a puerta y Pazo la sacó de dentro. Fue gol, pero el tanto no subió al marcador. En Segunda B no hay ojo de halcón ni tecnología para comprobar estas situaciones. También la tuvo Iker Alegre. Cayó derribado dentro del área, pero el árbitro no pitó penalty. Era. Los tres puntos hacen que estas dos situaciones queden como meras anécdotas de un 0-1 que no fue una victoria más abultada por los errores en la finalización de la UD Logroñés. El playoff, al igual que el gol de Menudo, pasa por ponerse en el sitio justo y conseguir que el toro no te quite si sabes torear.

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